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Lifelong education: entender el reto
“The Economist” es uno de los mejores medios de comunicación por su capacidad para, en el maremágnum de la actualidad, seleccionar y formular los grandes retos de nuestro tiempo mientras están sucediendo.
Hace unas semanas en su editorial “lifelong education” trató uno de ellos.
La formulación del reto es sencilla. En nuestro mundo, tecnología y educación no están avanzando parejas. El modelo educativo tradicional, aún predominante, ve la educación como una inversión que se hace al principio de la vida profesional, que con los años va recogiendo resultados. Para un perfil directivo esto se traducía en una buena base de conocimientos en una universidad de prestigio, un MBA que las empresas demandan antes de iniciar la vida profesional o en los primeros años, completado por algunos programas corporativos que ofrecen sus empresas.
Este modelo ya no funciona, sus retornos son decrecientes. Dos factores principales lo explican: el alargamiento previsible de nuestra vida profesional y la disrupción tecnológica que altera radicalmente los mercados y la forma de relacionarnos. Es probable que a lo largo de su vida profesional una persona conozca varias revoluciones tecnológicas o de su negocio. Se hace necesario aprender nuevas habilidades durante nuestras carreras, invertir en educación y recoger los retornos al mismo tiempo, o como señala “The Economist”, “learn as you earn”.
Las implicaciones de la transformación del modelo educativo empiezan en las propias escuelas, donde será más importante dotar a los alumnos de recursos para pensar, aprender y actuar, reforzando en los currículums las capacidades metacognitivas.
Pero es en el aprendizaje de adultos, durante la vida profesional, donde está casi todo por hacer y los retos son mayores. Podemos decir que el proceso ya se ha iniciado pero hasta el momento beneficia principalmente a los que ya tienen ventajas.
“Lifelong education” implica un enorme reto para todos los actores.

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Para los gobiernos está en juego la competitividad de sus países y evitar que la evolución actual de la tecnología y el aprendizaje exacerben las desigualdades sociales.
Para las empresas, envueltas también en la disrupción tecnológica, significa el reto de reinventarse para competir y ganar en los nuevos modelos de negocio, diseñando estrategias que para implantarse con éxito vayan acompañadas del desarrollo de nuevas capacidades en sus empleados.
Para las personas en tanto que profesionales significa asumir el reto personal de desarrollar su aprendizaje en las distintas fases de su vida. Hacerse dueño de ello, no dejarlo en manos de su empleador, interpretar cómo nuestra profesión se reinventa, cómo surgen nuevas oportunidades, mantener activa nuestra “cartera de inversión en aprendizaje”. En definitiva, entender que “aprender” es un verbo que nadie va a conjugar por mí.
La destrucción de empleo de los años recientes de crisis hizo que muchos profesionales tuvieran la necesidad de invertir en educación para adquirir nuevas skills y reposicionarse en el mercado laboral. Por otro lado, el crecimiento en los últimos años del número de profesionales autónomos hace que estos construyan sus ventajas competitivas sobre nuevos modelos y herramientas aprendidos. Son sólo dos ejemplos donde las necesidades de aprendizaje “as you earn” se manifiestan de manera acuciante. Pero también existe aunque no se haga tan visible en los profesionales de las empresas en las que el cambio disruptivo está penetrando rápidamente. El reto para todos es hacerlo con anticipación, de manera continua, acertando en la elección y cambiando con ello algo relevante en nuestra práctica profesional.
Ya sabíamos que no íbamos a trabajar siempre en una sola empresa. “Lifelong education” significa también que no vamos a ser un único profesional a lo largo de nuestra vida sino probablemente varios. Las herramientas para hacerlo con éxito las tendremos que buscar nosotros.
Si lo deseas, puedes leer el artículo de The Economist en: http://www.economist.com/news/leaders/21714341-it-easy-say-people-need-keep-learning-throughout-their-careers-practicalities
TENDENCIAS DIGITAL LEARNING 2017
En Digital Learning este mes de enero hemos revisado qué tendencias nos traerá 2017.
2016 ha sido el año del blended learning basado en la metodología flipped classroom, el microlearning, el vídeo como recurso estrella y la gamificación como palanca de engagement de los participantes.
Las últimas semanas hemos estado leyendo artículos de los principales expertos en Digital Learning en la ATD y Forbes, y parece que las 5 principales tendencias en digital learning para 2017 serán:
- En primer lugar, Microlearning
Se trata de diseñar contenidos virtuales de pequeño tamaño, de no más de 5 minutos de duración, que den respuesta a necesidades concretas de los participantes.
Esta tendencia se ve favorecida por el uso masivo de dispositivos móviles, ya que los usuarios necesitan acceder de forma ágil al contenido.
Este tipo de soluciones digitales permiten poner el foco en el “cómo se hace”, y trabajar en los problemas de negocio de las compañías de una forma muy concreta.
- En segundo lugar, Gamificación como palanca para generar engagement en los equipos
El uso de las técnicas de juego para potenciar el aprendizaje de los participantes de programas de formación es una realidad, cada vez son más las compañías que se lanzar a llevar a cabo experiencias en el ámbito de la gamificación.
La sensación que tenemos sobre esta tendencia es que la mayor parte de las compañías asocian la gamificación con tecnología, es decir, con el desarrollo una app, el diseño de un juego on line, o el uso de una plataforma. Está claro que la tecnología ayuda a que estas experiencias se potencien y lleguen a un mayor número de participantes, pero a veces deberíamos pensar en analógico antes de comenzar, ¿cuál es el objetivo que quiero conseguir?, ¿cuál es la metodología que nos interesa utilizar?, ¿necesito tecnología?, y a partir de ahí, ver si la gamificación dará el resultado esperado, y cómo debemos desplegar esta estrategia.

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- En tercer lugar, Social learning
Aprender de la observación o de la imitación es una de las técnicas de aprendizaje más antiguas que existen, siempre ha habido maestros y aprendices, y los conocimientos se han ido trasmitiendo a través de ellos durante siglos.
Hoy, las redes sociales corporativas (y no corporativas) permiten y potencian este tipo de aprendizaje. También lo hacen las nuevas formas ágiles de trabajar, y la co-creación.
- En cuarto lugar, Adaptive Learning
Esta tendencia debería ser un “must” en formación y desarrollo, poder diagnosticar las necesidades individuales de cada participante, y recomendarle un itinerario formativo personalizado, permitiría mejorar los indicadores de negocio sobre los que se trabaja.
Creemos que los avances en Big Data, potenciarán esta tendencia a medio plazo ya que permitirá identificar patrones de comportamiento en cuanto a estilos de aprendizaje, y en la creación de itinerarios de aprendizaje personalizados y adaptados a las necesidades de cada individuo.
Aun así, no hay en el mercado soluciones potentes de Learning Analytics, que permitan medir las interacciones de los participantes y que permitan dar a cada uno los contenidos que realmente necesite.
- En quinto y último lugar, Immersive Learning
Es el caso de los entornos virtuales donde el participante tendrá todos los elementos necesarios para ejecutar una tarea, o para realizar una inmersión (Google cardboard). Algunos ejemplos son juegos 3D, mundos virtuales o realidad aumentada.
Este año hemos visto algunos ejemplos de realidad aumentada en proyectos de Experiencia de Cliente, estas aplicaciones tienen mucho potencial, aunque de momento hay que terminar de pulirlas.
Dos sensaciones que nos deja el 2016 son: por un lado, en algunos aspectos, el sector educativo está evolucionando más rápido que el corporativo, sobre todo en lo que se refiere a adaptar el itinerario al nivel y necesidad de cada participante, las aulas están evolucionando a buen ritmo, nosotros esperamos estar a la altura. Por otro lado, es que a nivel nacional estamos bastante lejos de poder considerar estas tendencias como una realidad.
Todos estos temas serán tendencias, o no, tendremos que ir viendo si son viables, cómo evolucionan y qué impacto real tienen en cada proyecto.
El Cliente: el gran olvidado de los programas de certificación financiera
A nadie se le escapa que la falta de formación financiera del personal de las oficinas bancarias ha causado grandes perjuicios a los clientes minoristas. No fueron pocos los gestores de particulares y directores de oficina que vendieron productos complejos que ni ellos mismos entendían. En muchos casos, auténticamente convencidos de que eran productos sin riesgo que en nada podían perjudicar a sus clientes.
Por eso, que la mayor parte de las entidades financieras estén apostando por formar a sus equipos de Banca Retail en programas certificados por EFPA, es una gran noticia para el sector. Nadie debería informar o asesorar sobre productos que no entiende. Sin duda las entidades que están apostando por estos programas están sentando unas sólidas bases para dar a sus clientes un servicio de calidad. Y, sobre todo, previniendo que se produzcan nuevos casos como el de las participaciones preferentes que tanto daño han hecho a la reputación de las entidades financieras.

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Sin embargo, si se analizan con detenimiento estos programas, sorprende ver en ellos la escasa o nula presencia de los contenidos relacionados con el cliente. Por poner un ejemplo, la certificación EIA (European Investment Assistant) dirigida a profesionales que realizan tareas de comercialización, presenta un amplio programa que incluye formación sobre instrumentos y mercados financieros, instituciones de inversión colectiva, operaciones de crédito, fiscalidad y cumplimiento normativo. Así, un gestor comercial de banca que obtenga esta certificación conocerá cómo funcionan los mercados de renta fija y de renta variable, pero no desarrollará las habilidades necesarias para explicar en un lenguaje comprensible para el cliente los riesgos que está asumiendo cuando invierte en un fondo de renta fija.
Del mismo modo, si analizamos la certificación inmediatamente superior, EIP (European Investment Practitioner), destinada a profesionales que realizan labores de asesoramiento, encontraremos que a los conocimientos anteriores se les añaden otros como Gestión de Carteras, Seguros y Planes de Pensiones. Y aunque en el programa existe un apartado reservado al proceso de asesoramiento y planificación financiera, el espacio destinado al cliente es mínimo. Y se pone más el foco en formar al asesor en el proceso de planificación que en hacerle ver las diferentes necesidades y percepciones que tienen los distintos segmentos de clientes con los que va a tratar.
Así, un gestor de banca personal que se certifique como EIP, conocerá las aportaciones de Markowitz a la ciencia de la gestión de carteras, pero no sabrá cómo hacer ver a una viuda de ochenta años que la mejor forma de complementar su pensión, y a la vez preservar la herencia de sus hijos, es invertir en una cartera diversificada de fondos de inversión y/o seguros de vida.
Y es que los programas de certificación financiera cumplen con un requisito higiénico: que el gestor entienda lo que vende. Pero la Banca Retail tiene ante sí un reto mucho más desafiante.
Si los bancos quieren sobrevivir y plantar cara a la amenaza real de entrada de los gigantes de Internet en el sector, sus empleados tendrán que ser capaces no sólo de dominar el producto, sino también de generar en experiencias memorables en los clientes.
Por eso una vez que los empleados de las redes comerciales de Banca estén capacitados técnicamente, el siguiente reto será dotarlos de las habilidades y de las herramientas necesarias para lograr que sus clientes tengan experiencias memorables.
A las entidades que no sean capaces de lograrlo les quedará por delante un futuro poco atractivo: ser las marcas blancas de los grandes bancos on line que, a buen seguro, veremos crecer y ganar una cuota significativa de mercado durante los próximos años. Como muestra un botón, Facebook desde el 30 de diciembre ya figura en el Registro de Entidades del Banco de España a través de Facebook Payments International.
Ya están aquí…
Hola, soy tu jefe, ¿en qué te puedo ayudar?
Fue hace años, a mediados de un mes de febrero. Me encontraba impartiendo una sesión de formación en dirección comercial para supervisores de una importante empresa del sector Retail. En mitad de la formación, apareció una persona diciendo que había que parar el curso porque los supervisores tenían que llamar, una a una, a todas sus tiendas para saber cuántas unidades se llevaban vendidas de un determinado producto que se encontraba en promoción. Algo que, no recuerdo por qué motivo, no podía saberse por medio de los sistemas informáticos de la empresa.
– «Es una pena que interrumpamos el curso» le dije. «Dentro de tres horas terminamos la formación, no creo que haya mucha diferencia entre tener ese dato ahora o dentro de un rato».
– «Lo ha pedido “Zutano” (En aquella empresa para referirse al Director General siempre utilizaban su nombre de pila, así sin más). ¡Ha dicho que quiere tener el dato ya mismo!»
Así que no hubo más que hablar. Aquellos supervisores dejaron de formarse y su empresa desperdició parte de la inversión que había realizado en su formación. Sólo porque el director general de la compañía no pudo calmar su ansiedad y esperar tres horas para conocer el grado de cumplimiento del objetivo mensual.
Situaciones como esta son más comunes de lo que pudiera parecer. Por mucho que las empresas digan en las declaraciones de valores que adornan las paredes de sus oficinas, la triste realidad es que la mayor parte de las compañías están orientadas al jefe, no al cliente.
Cualquier petición, por peregrina que sea, de un alto directivo de la compañía será tomada siempre como una prioridad por los mandos intermedios de la organización. Con independencia del impacto que pueda tener en el cliente o en el desarrollo del equipo. La realidad es que se llevara cualquier otra cosa por delante.
Una vez me dijo mi socio Valentín Nomparte que una evidencia muy clara de la calidad directiva de una organización es examinar si los procesos y sistemáticas de dirección están orientados a satisfacer las necesidades del directivo o las necesidades de los colaboradores.

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Así, en las organizaciones en las que la calidad directiva es baja, es habitual encontrar multitud de procesos de reporting y muy pocas reuniones entre el jefe y el colaborador. Y en estas pocas reuniones, lo habitual es que se hable de lo que interesa al jefe, que no es otra cosa conocer el estado y situación de las tareas encargadas al colaborador y el nivel de consecución de sus objetivos. Este tipo de reuniones dejan muy tranquilo al mando, pero aportan muy poco valor al colaborador, que sale de la reunión con los mismos problemas con los que entró. Y con una hora menos de tiempo.
Por el contrario, en organizaciones que destacan por tener una alta calidad directiva, los jefes dedican mucho tiempo a mantener conversaciones con su equipo. Y la mayor parte de este tiempo se destina a hablar de cosas que son importantes para el colaborador, no para el mando. En este tipo de organizaciones la mayor parte de las reuniones entre jefe y colaborador se orientan a apoyar al empleado en la consecución de sus objetivos, capacitándolo para hacer las cosas mejor. Son conversaciones de desarrollo, no de seguimiento y control.
Es algo que todos los que tenemos responsabilidades de dirección de personas deberíamos preguntarnos siempre. Las reuniones que tenemos con nuestros colaboradores, ¿están orientadas a nuestras necesidades o a las de nuestro equipo?
En definitiva, se trata de cambiar el diálogo con nuestro equipo y pasar del «¿Cómo llevas lo mío?» al “¿En qué te puedo ayudar?”.
Transformación digital, mentalidad exponencial y la cisterna del WC
Más del 70% de directivos encuestados en Estados Unidos, China, Australia, India, Japón, Reino Unido, Alemania, Francia, España e Italia cree que las empresas sufrirán en los próximos tres años procesos de reestructuración interna más radicales de los que se realizaron en las últimas cinco décadas. La causa principal sería la irrupción del hecho digital, en el mundo de los negocios, debido a su impacto en la sociedad y en el día a día de la inmensa mayoría de las personas que habitamos este bonito (de momento) planeta.
Sobre las claves, tendencias, soluciones, competencias, y diversos bálsamos de Fierabrás en la denominada transformación digital, se escriben ríos de tinta (digital también, como no). ¡Y lo que te rondaré morena!
Recientemente, y en el entorno del Postgrado de Emprendimiento de IL3-Universitat de Barcelona, en el que tengo la suerte de participar como docente y tutor de proyectos, me pareció entender cuál es, en mi modesta opinión, una de esas claves, subliminal y sutil, pero vital y esencial, en todo este lío.
Compartíamos en una de las sesiones del Programa Universitario, ejemplos reales de modelos de negocio disruptivos, y cómo las empresas afrontan los nuevos retos. Pues bien, llegado el turno de ver los ejemplos en el sector asegurador, algunos participantes (excelentes y experimentados profesionales del sector), de forma espontánea, desgranaron las enormes dificultades de llevar a cabo con éxito estos proyectos, debido a un sinfín de problemas técnicos, legales y de otros tipos, según su incuestionable experiencia. Casi parecían sentenciar de muerte a esas iniciativas. Pero no todo el mundo en ese foro estuvo de acuerdo, puesto que partían de mentalidades distintas.
La mayoría de nosotros hemos sido formados con cierto éxito para mejorar e innovar de forma “incremental”. Es decir, innovaciones que suponen un cierto nivel de mejora o de novedad, pero siempre sujetos a la operatividad y la viabilidad a corto plazo. En cambio, los nuevos emprendedores y empresarios, actúan automáticamente con una mentalidad radicalmente distinta. Una mentalidad que les permite crear innovaciones disruptivas en los modelos de negocio, acordes a la brutal velocidad de los cambios en que vivimos, lo que les aporta una considerable ventaja comparativa y competitiva.

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Intentaré explicarme mejor con un ejemplo:
¿Qué tal, el desarrollo de los automóviles eléctricos? ¿Cómo actuaría una mentalidad “exitosa”, pero tradicional?
Unos años atrás, probablemente hubiera pensado en como evolucionar los automóviles tradicionales con motores de combustión, evaluando prudentemente (como seguramente así lo han hecho la mayoría de constructores automovilísticos) los gigantescos y graves problemas a afrontar: duración y seguridad de las baterías, estaciones de recarga, capacidad límite de las infraestructuras eléctricas de los países, autonomía y tiempo de recarga de los coches, costes de producción y venta, madurez de los consumidores, la fiabilidad de los vehículos,… total, un difícil y mal negocio, que nos llevaría a pensar: “seguimos como estamos, innovando con “pequeñas” mejoras”.
¿Cómo piensan los emprendedores y empresarios “digitales”?
Lo primero y principal es empezar visualizando el éxito y una situación ideal deseada, sin límites ni cortapisas. Por ejemplo: coches 100% eléctricos, atractivos, de altas prestaciones y que se conduzcan de forma autónoma. Podemos imaginar lo que queramos, por imposible que parezca: viajes espaciales económicos para turistas, una base habitable en Marte,… no hay límite.
Veamos la realidad: Tesla Motors (creada en 2003 sin ninguna tradición automovilística previa), se situaba este mes de agosto 2016 como la novena automovilística por capitalización bursátil del mundo (entre Nissan y Audi), vendiendo menos de un 0,7% de todos los coches producidos en el mundo. Sé que muchos me dirán que es una burbuja, que si tienen graves problemas de fiabilidad, que pierden dinero, una gran deuda y no se ve el final del túnel, etc. Pero me permitirán que en otro post hablemos de cómo se construyen los nuevos modelos de negocio/ecosistemas, lo que nos puede arrojar luz para entender todo esto, que es mucho más profundo y estratégico de lo que puede parecer, y requieren, cómo no, una mentalidad adaptada a los nuevos modelos de negocio.
En conclusión, las empresas tradicionales tienen una mentalidad de innovación y de diseño “desde el pasado al futuro”, pero en las exponenciales, lo hacen “desde el futuro al presente”. Es decir, dibujado el futuro ideal, van trayendo al presente y diseñando la viabilidad del proyecto, sin desanimarse al detectar las dificultades clave que parecen irresolubles.
Esto, que puede parecer una cuestión de matiz sin importancia, posibilita enormemente el diseño de modelos de negocio, y la solución relativamente rápida de esos retos “irresolubles” a través de partners, recursos, actividades, perfiles de clientes, propuestas de valor, canales de distribución, etc.
Estas nuevas mentalidades tienen claro también, entre otras cosas, la ley de Moore y, su derivada, la Ley de Rendimientos Acelerados. Según estas, podemos entender y extrapolar ante cualquier dificultad técnica, lo ocurrido al descifrar el genoma humano, por poner un solo ejemplo. El primer secuenciado costó, en el año 2000, 2,7 millones de dólares. En 2014 costaba 1.000 USD, y se espera que en 2020 cueste un centavo. Es decir, en menos de 20 años se habrá reducido una cifra astronómica, a un coste inferior a tirar de la cisterna del WC. Esta es la verdadera, escalofriante y fascinante velocidad actual en la resolución de retos tecnológicos y humanos.
Nuestro reto real es seguir incrementando las cifras de ventas y los márgenes, motivando a los equipos y creando compromiso entre el talento, pues es la realidad que nos sustenta y no podemos permitirnos perder de vista. Pero los que venimos de un paradigma antiguo, no podemos dejar de evolucionar la mentalidad y empezar a imaginar lo inimaginable en nuestros negocios, sabiendo leer la verdadera velocidad, dirección y potencia del tsunami digital en el que estamos navegando. Una cosa parece segura: no nos vamos a aburrir.
¿Miedo artificial?
En las últimas semanas he leído varios artículos con opiniones de expertos sobre la Inteligencia Artificial (IA) y sus consecuencias en la sociedad actual.
Stephen Hawking considera que la IA acabará con las clases medias, que solo sobrevivirán en el mercado de trabajo los roles de gestión o innovación, porque las máquinas llevarán a cabo el resto de trabajos que hoy existen. Hawking cree que hay que transformar el sistema educativo para formar a los empleados del mañana en las competencias necesarias para el nuevo campo de juego, en esto estamos de acuerdo.
Facebook sin embargo quiere que le perdamos el miedo a la IA, y se ha lanzado a la carrera de la innovación y del diseño de nuevas soluciones articuladas sobre la IA. Para sensibilizar a los temerosos de la IA, ha creado blog donde vende las virtudes de esta tecnología.
A inicios del siglo XIX, surgió un movimiento llamado ludismo, encabezado por artesanos ingleses que protestaban contra las nuevas máquinas que destruirían su empleo. Los nuevos telares industriales amenazaban con la pérdida del empleo a las personas con menor cualificación y salario.
Finalmente la industrialización permitió que la producción fuese más rápida, de forma que se redujeron las jornadas, mejorando las condiciones de los operarios, por otro lado, gracias a la industrialización, la producción se vio incrementada, permitiendo a los empresarios contratar más empleados para sus fábricas.
El miedo es algo normal ante los cambios y la incertidumbre que estos generan, pero en este caso, el miedo era infundado.
Con la IA y otros avances tecnológicos nos pasa lo mismo, la incertidumbre que generan unas consecuencias desconocidas, hace que surjan firmes detractores y promotores. Como siempre, en el término medio es donde está el equilibrio.
Todas las grandes tecnológicas tienen el foco puesto en IA, IBM trabaja en Watson, cuya característica principal es que se adapta a cada cliente, El Corte Inglés o Caixabank la utilizan para mejorar la experiencia de sus clientes.
Google va a la vanguardia de la IA, hace unos años apostó por ella, adquiriendo DeepMind.

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El 25% de los ingenieros de Facebook trabaja en esta línea de trabajo.
Apple tiene a Siri, su asistente virtual, aunque parece que se está quedando atrás de sus competidores.
Recuerdo la primera vez que accedí a Internet, introduje en un buscador el nombre de un grupo de música, y aparecieron un montón de páginas delante de mis ojos, aquello me pareció algo de poca utilidad, y no entendí por qué decían que revolucionaría nuestra vida. Internet, sin embargo, ha cambiado nuestra forma de trabajar y de relacionarnos con los demás, ha permitido que se creasen nuevos puestos de trabajo y que podamos trabajar de una forma global. El mundo de momento no se ha acabado.
Ahora todo apunta a que estamos a punto de vivir un momento similar con la Inteligencia Artificial, posiblemente transforme el mundo para siempre.
Ante cada uno de estos cambios, surgen mensajes apocalípticos y grupos de detractores. Hay expertos que vaticinan el final de la especie humana, porque las máquinas nos superarán en inteligencia.
No obstante, la especie humana ha demostrado su capacidad de adaptación ante todo tipo de cambios, nos transformamos y convertimos las amenazas en oportunidades.
Yo crecí viendo películas como Blade Runer y Terminator, y creo que todavía falta mucho hasta llegar a un escenario así.
La tecnología ha cambiado nuestra vida, la forma en que nos relacionarlos y trabajamos, en mi caso ha sido un cambio a mejor, el teletrabajo y las reuniones virtuales permiten que optimice mi tiempo, las herramientas de comunicación permite que “vea” a mi familia como si no viviesen lejos, a veces el mundo va demasiado rápido debido a la hiper conexión, pero todo son ventajas.
La tecnología la creamos los humanos, por lo que no debíamos temer a la IA como tal, sino a los usos que los humanos le podemos dar.
Aversión al cambio vs. Ensimismamiento del cambio
“Un pesimista es un imbécil antipático y un optimista, es un imbécil simpático porque ninguno de los dos sabe que va a pasar”. Bertrand Russell
Estoy leyendo un post que recomienda un ex compañero sobre el asunto que está más en boga: la transformación digital. En él un experto comparte su visión de cuánto mercado van a perder las entidades financieras los próximos años por la reconversión digital de su sector. Nos propone un preciso 50% en el próximo lustro, para cerrar el post diciendo que igual se queda corto. Los argumentos que nos ofrece son: que porqué si no se va anunciar el cambio tan insistentemente, el actual escenario de tipos de interés y la irrupción de las fintech.
Me parecen argumentos insuficientes, menos para dar una cifra y fecha tan concretas. Dejo para otro post ofrecer contraargumentos desarrollando la complejidad de la banca “retail”, la importancia del servicio en banca de empresas y mis dudas respecto a cómo una fintech puede competir con entidades financieras que han invertido más de 12000 de euros millones en España el último lustro y que son capaces de juntarse para lanzar un sistema de pago por móvil solo para impedirles el paso.
Me parece más interesante hablar de la aversión y el ensimismamiento ante el cambio.

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Como consultor me he pasado la vida profesional acompañando a mis clientes en sus procesos de transformación. Ahora sabemos más de la reacción de las personas ante un proceso de cambio. La neurociencia nos explica mucho (secuestro amigdalino ante situaciones inciertas, ahorro energético del ganglio basal…) pero, aunque desconociéramos sus causas, desde hace mucho que conocemos la reacción más frecuente: rechazo. He visto, y veo, tantos buenos profesionales que reciben señales evidentes de que deben cambiar y optan por no intentarlo.
Sin embargo, los últimos años debido quizás al mayor nivel de preparación de los profesionales, la mayor intensidad competitiva o a la neuroplasticidad de nuestro cerebro…percibo un cambio significativo. Ahora un gran número de profesionales estamos ensimismados con el cambio.
Recuerdo una amiga mía que trabaja en una importante agencia de publicidad digital que hace unos años llevaba la cuenta de un banco on- line. Me dijo convencidísima que en pocos años este sería un banco líder en España porque su oferta era imbatible (y lo era). Ese banco cerró el mes pasado.
Según la RAE, ensimismarse es: Sumirse o recogerse en la propia intimidad.
Vivimos un momento donde multitud de emprendedores digitales nos cuentan sus historias de éxito (rara vez escucho a alguno de los cientos de miles que no), consultores y expertos de todo tipo nos avanzan cosas que vienen porque necesitan historias nuevas que contar y académicos de todo tipo que reflexionan sobre el cambio digital y teorizan sobre cómo cambiarán los mercados. Si a esto le añadimos que ahora estamos más interconectados que nunca, se crean estados de opinión que se retroalimentan a sí mismos, pero no se nutren de mucha realidad.
Al final todos cometemos el mismo error, vemos la realidad desde un punto de vista demasiado personal, recogidos en nuestra propia intimidad. Como el autor del artículo emprendedor y académico, ve la realidad desde un punto de vista que poco tiene que ver con la de un profesional del sector financiero. O como mi amiga, que evaluó el potencial de aquella entidad financiera, en función a sus campañas de marketing y un superfluo análisis de portfolio.
Vivimos en una neocracia donde las cosas cambian a tal velocidad, que es fácil quedarse obsoleto y no saberlo. Nuestro mayor miedo ahora no es el cambio, es quedarnos atrás. Lo nuevo vende más que nunca. Pero ni la velocidad del cambio, ni la deseada agilidad pueden ser refugio de la falta de rigor y la vacuidad, ni de vivir de nuestra marca personal o “employer branding” sin nada detrás.
Es evidente que algo se mueve. No es un sinsentido hablar de la cuarta revolución industrial, pero…
¿Dónde está el equilibrio?
El ansia por vender mata la Experiencia de Cliente
Ayer Juan tuvo inundación en casa y su router se mojó. Puede hablar por teléfono, pero Internet no funciona. Lo primero que hizo una vez que su casa estuvo seca fue contactar con su compañía telefónica y dejar aviso de que su servicio de acceso a Internet había dejado de funcionar. Tras dejar un mensaje en un buzón, la molesta voz de un robot le dio un número de incidencia y le dijo que en breve se pondrían en contacto con él. Han pasado ya más de 24 horas sin noticias de su operadora, así que Juan decide volver a llamar para interesarse por el estado de su incidencia.
El robot le saluda amablemente y le dice que si quiere información sobre productos y servicios diga, alto y claro, uno, y que si quiere realizar cualquier otra gestión diga, alto y claro, dos. Juan no quiere información sobre productos y servicios. Está preocupado porque viene por delante un puente largo, el pronóstico del tiempo es malo y su casa, tras la inundación, parece un campamento de refugiados. Y quedarse sin fibra óptica le supone estar todo ese tiempo sin la posibilidad de evadirse navegando por Internet y viendo series y películas. Así que dice, bastante claro y, sobre todo, bastante alto, DOS.
A pesar de que Juan ha dicho DOS, saltan unos “jingles” que le informan de que al día siguiente a las 16.30 juegan el Real Madrid y el Sporting de Gijón y a las 19.00 el Barcelona con la Real Sociedad. Y le informa de que no tiene contratado el paquete fútbol y que lo puede contratar por una módica cantidad mensual. Juan odia el fútbol (por eso no tiene contratado el paquete fútbol y si el de series y películas) y no tiene ninguna intención de contratarlo. Sólo quiere que alguien le diga cuándo van a venir a su casa a arreglarle la fibra. A continuación (ya lleva varios minutos de llamada) el robot le pregunta por el número de teléfono sobre el que quiere hacer la gestión. Juan tiene que recurrir a la agenda de su móvil y buscarlo, porque Juan ya no sabe cuál es el número fijo de su casa (¿lo sabe alguien de menos de 40 años?). Una vez que lo encuentra se lo dice al robot, con voz clara y alta. Seguramente más alta que la vez anterior. El robot le contesta que ese es el número desde el que está llamando y que no puede continuar realizando la gestión. Le pide disculpas y le cuelga.

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A Juan se lo llevan los demonios. Se produce en él lo que conocemos por secuestro amigdalino. Siente ira, frustración y auténtico odio por la operadora. En ese momento no recuerda que navega sin problemas a 300 megas, ni que tiene el mejor catálogo de series del mercado, ni que en los tres años que lleva con esta compañía no ha tenido ni una sola incidencia. Juan quiere vengarse de su operadora. Así que saca su Smartphone, pone en google “oferta fibra + tv” y contacta con la competencia para pedir la portabilidad. En esta ocasión, sí habla con un amable operador, que empatiza con él, se interesa por sus gustos y le realiza una oferta absolutamente a la medida. Le explica, sin prisas, todos los nuevos contenidos a los que tendrá acceso. En 48 horas Juan estará disfrutando de los servicios del nuevo operador.
La historia que hemos visto es un buen ejemplo de cómo un excesivo afán por vender puede arruinar la Experiencia de Cliente y terminar siendo perjudicial para la compañía. Uno se pregunta cómo puede ser que los operadores de telecomunicaciones, unas compañías en las que trabajan algunos de los mejores profesionales de nuestro país, estén cometiendo errores como éste.
En mi opinión, este tipo de situaciones ocurren por dos males que afectan, no sólo a las operadoras, sino a muchas empresas de otros sectores: la miopía del ROI y la organización comercial por canales
- La miopía del ROI. De unos años hacia acá, el desarrollo de la pomposamente llamada Inteligencia Comercial, hace que en la mayor parte de las empresas las acciones comerciales se justifiquen por su ROI. El problema está en que para el cálculo del ROI es imposible tomar todos los datos que conforman una realidad que siempre es más compleja que los modelos matemáticos que la describen. En el caso que hemos visto, el modelo utilizado podría justificar la acción porque las matemáticas demuestran que el 1,5% de los clientes suscribirán la oferta y aumentarán en un 7% su facturación media. Pero el modelo no recoge el cabreo del 98,5% de los clientes que no querían escuchar la locución, ni la cantidad de comentarios negativos que hicieron a sus parientes y amigos, ni los clientes que, por la mala experiencia vivida, se dieron de baja durante los 12 meses posteriores a la incidencia. Y es que, en términos de Experiencia de Cliente, los elementos cualitativos son difíciles de ponderar. Y en unas empresas en la que se ha impuesto durante estos últimos años una suerte de “cientifismo comercial”, siempre habrá un directivo, un técnico o un consultor (detrás de estas cosas suele haber un sesudo consultor) que ponga encima de la mesa unos datos supuestamente objetivos que justifiquen decisiones como ésta.
- La organización comercial por canales. En muchas empresas la organización comercial y la asignación de objetivos se continúa realizando por canales. Y esto es un gravísimo error, porque si un directivo que tiene a su cargo un canal que los clientes utilizan mayoritariamente para informarse o gestionar incidencias, tiene objetivos comerciales, lo normal es que termine buscando la forma de aprovechar cualquier contacto para vender. En el caso que hemos visto, lo normal sería primero tratar de saber por qué ha llamado un cliente y si el cliente llama por una incidencia, tomar acciones orientadas a su resolución. Pero la presión comercial del canal hace que prefiramos que todos los clientes pasen por la locución comercial con la esperanza de que alguno “muerda el anzuelo”. Si a esto le sumamos el hecho de que al canal que hace la venta intrusiva se le cuentan las ventas, pero no se le imputan las bajas que traen causa de la acción comercial, la conclusión es clara: siempre se priorizará la venta a corto sobre la Experiencia del Cliente.
Y es que las empresas tienen que asumir que la realidad del cliente es omnicanal. El cliente mantiene relación con la compañía utilizando los distintos canales según su propia conveniencia, no en la forma en la que a la empresa le viene bien que los canales sean utilizados.
Además, la actuación comercial que se realiza en un canal afecta también al desempeño de los otros canales. Por ello los objetivos y las responsabilidades sobre el cliente no pueden establecerse por canales, sino por segmentos.
El valor que se genera por un cliente a lo largo de su permanencia en la compañía no puede dividirse de forma matemática entre cada una de las interacciones que mantenemos con él. Y por ello la eficacia de las acciones comerciales no puede medirse por el ROI a corto plazo. El verdadero éxito de las acciones comerciales sólo puede conocerse midiendo su impacto en la Experiencia del Cliente, que es lo único que nos asegura la consecución de resultados sostenibles a largo plazo.
Si de verdad las operadoras de telecomunicaciones quieren conseguir que sus clientes tengan una experiencia extraordinaria, tendrán necesariamente que redefinir toda su organización y sus procesos para brindar al cliente la experiencia que desea, no para maximizar los resultados comerciales a corto plazo.
Gestionar este cambio en compañías de una dimensión tan grande y en la que la cultura de ventas está tan arraigada no es algo sencillo. Requiere de una visión compartida y el compromiso de todas las áreas. Es un cambio de tal calado que sólo puede producirse si está liderado por el primer ejecutivo de la compañía.
Si este cambio no se produce, la consecución de resultados comerciales a corto y la competencia entre canales continuará imperando en las operadoras. Y el ansia viva de la venta continuará matando la Experiencia de Cliente.
El Futuro de la Banca Retail en España
En la década que va de 1998 a 2008 se produjo en España una burbuja inmobiliaria y financiera que hizo que la deuda privada a pasase de 300.000 millones de euros a 1,8 Billones (sí, con “B” de Burrada). Las entidades financieras abrieron durante esos años oficinas a lo largo y ancho de nuestra geografía, corriendo de forma desordenada detrás de una demanda de crédito que parecía no tener fin.
Cuando la burbuja estalló en 2008, el sector financiero comenzó un proceso de restructuración, una de cuyas consecuencias ha sido el cierre de una de cada 3 oficinas bancarias en España. De las más de 45.000 existentes en 2008 hemos pasado a las apenas 30.000 actuales. Más de 70.000 empleos perdidos, un 25% del total. Sin duda, la mayor reconversión del sector financiero de toda nuestra Historia.
Como se dice habitualmente, “A perro flaco todos son pulgas”. Así, a la situación de reconversión propia de la red comercial de la banca española hay que añadir el fenómeno de la transformación digital del sector financiero. Un fenómeno que se está produciendo en todo el mundo desarrollado y que está provocando cierres de sucursales en todos los países de nuestro entorno.
Y es que el auge de los canales alternativos, la aparición de nuevos actores como los comparadores o las Fintech, y las nada disimuladas intenciones de las empresas de la nueva economía de entrar en el negocio de la banca (Facebook acaba de conseguir una licencia bancaria en Irlanda), hacen que muchos profesionales del sector financiero comiencen a cuestionar la viabilidad del modelo de negocio actual de la Banca y la propia existencia de redes de oficinas en un futuro no muy lejano.
Afortunadamente la banca española está reaccionando. Las entidades más dinámicas están emprendiendo iniciativas que empiezan a mostrarnos lo que será la banca comercial del futuro. Iniciativas que podemos agrupar en cuatro grandes áreas que a continuación desarrollamos. Redefinir el rol de la oficina bancaria, apostar por nuevos formatos de oficina, fomentar la experiencia omnicanal y desarrollar las competencias emocionales del equipo comercial:
- Redefinir el rol de la oficina. En la actualidad, más del 50% de las transacciones se realizan ya por medio de canales no presenciales. La oficina bancaria del futuro no tendrá como principal objetivo vender, sino dar servicio a unos clientes que comprarán y realizarán la mayor parte de las transacciones por medio de canales digitales. Del mismo modo que las tiendas de Apple o de Vodafone son tiendas pensadas no para vender, sino para ofrecer la mejor experiencia de cliente, las entidades financieras tendrán que dejar de exigir a sus oficinas el cumplimiento de campañas comerciales y medirán su desempeño por medio de métricas de Experiencia de Cliente.
En la actualidad se da la paradoja de que, cuando un cliente accede a una oficina bancaria, lo normal es que tenga que esperar porque el gestor, en cumplimiento de una campaña comercial, está realizando una llamada a un cliente que, en la mayor parte de las ocasiones, no desea ser contactado. Es como si cuando entrases en una tienda de Apple todos los vendedores estuvieran hablando por teléfono y nadie saliese a recibirte.
Afortunadamente algunas entidades están reaccionando. En esta línea hay que destacar las oficinas “Select” de Banco Santander. Con zonas de espera equipadas con tecnología WiFi y espacios de autogestión dotados de ‘tablets’ y ordenadores para los clientes. Estas oficinas cuentan con equipos de especialistas que brindan una experiencia extraordinaria en términos de asesoramiento y atención.

Fuente: http://www.santander.com.mx/memoria_anual/resumen.html
- Desarrollar nuevos formatos. Al igual que para el resto del Retail, un único formato de tienda no es válido para todos los clientes. Del mismo modo que empresas como Desigual han creado hasta 12 formatos de tienda diferentes, la banca está implantando nuevos formatos de oficina. Banc Sabadell ha desarrollado el concepto multi ubicación: un grupo de oficinas localizadas en un radio de 500 metros, en las que una oficina actúa como cabecera del resto de oficinas, que tendrán la operativa muy limitada. BBVA también ha apostado por esta forma de despliegue por medio de la creación de lo que ha denominado centros de banca comercial. Bankia, por otra parte, ha implementado con éxito un tipo de oficina, la oficina ágil, destinada a la realización de gestiones operativas con horario ininterrumpido de 8.15 a 18.00. Al mismo tiempo ha creado oficinas de asesoramiento dedicadas exclusivamente al asesoramiento personal de su clientela más vinculada.
- Fomentar la experiencia omnicanal. Algunas empresas como Inditex se han dado cuenta de que la clave es conseguir que el cliente tenga una experiencia consistente y homogénea entre todos los canales. Para lograrlo, la empresa gallega favorece que el cliente realice gestiones en diferentes canales, comprando en el canal on line y recibiendo los pedidos en la tienda. En este aspecto las redes bancarias tienen aún limitaciones importantes. Por un lado la oferta de productos y servicios no es aún homogénea entre canales. Por otro en muchas entidades financieras los gestores aún no disponen de información sobre todas las gestiones que los clientes realizan en su oficina de Internet. Pero sin duda, la mayor limitación para que el cliente tenga una experiencia omnicanal, son las reticencias y la desinformación de unas redes presenciales que desconocen muchas de las funcionalidades que los canales alternativos ofrecen a sus clientes y ven en la banca on line más amenazas que oportunidades.
Como iniciativa omnicanal destacable hay que mencionar la iniciativa “Estar dónde estés” desarrollada por Banc Sabadell, gracias a la cual 3.200 gestores, equipados con tablets, podrán conceder operaciones financieras en casa del cliente sin que este tenga que pasar por la oficina.

Fuente: http://blog.bancsabadell.com/2014/08/
- Desarrollar las competencias emocionales del equipo de las oficinas. Si hemos dicho que los clientes no acudirán a las oficinas a realizar transacciones, sino a recibir asesoramiento y atención muy especializada, necesariamente los gestores tendrán que ser personas capaces de conectar emocionalmente con ellos. La empatía, la capacidad de personalización o el sentido del propósito serán tan importantes o más que la orientación a resultados.
En esta línea es de destacar el programa de Calidad Relacional que Bankia está implementando en su red de oficinas y que tiene como objetivo establecer relaciones duraderas con los clientes y convertir a su gestor en la primera persona de referencia del cliente en asuntos financieros.
Sin duda, todas estas iniciativas son relevantes y van en la misma dirección. Conseguir que las entidades financieras pongan en valor su red de oficinas. Las entidades que sean capaces de lograrlo serán las que lideren el mercado durante los próximos años.
Las que, por el contrario, se resistan a cambiar e insistan en continuar aplicando las recetas del pasado, tendrán problemas en el futuro. En el mejor de los casos, quedarán relegadas al ámbito de la gestión del riesgo de crédito y la generación de fondos, cediendo a los grandes operadores digitales el marketing y la comercialización de los servicios financieros.
Como dijo el otro día, muy acertadamente un profesional de banca con el que hablábamos de estos temas “Si las entidades financieras no reaccionamos, terminaremos haciendo la marca blanca de Facebook, Amazon y Google”.
La ciudad, sí es para mí
Todos recordamos aquella imagen del maravilloso Paco Martínez Soria atravesando la Castellana, ataviado con su inseparable boina y su corderito blanco como la nieve, con la mirada perdida en la inmensidad de la ciudad y la sensación de haber aterrizado en otro planeta, uno muy distinto al que estaba acostumbrado.
Llegan las vacaciones invernales, y seguro estáis planeando alguna escapada…He de deciros que estáis de suerte, hasta hace bien poco, en nuestros viajes, cuando intentábamos “interactuar” con las ciudades que visitábamos, la mayoría no ofrecían una experiencia interactiva con sus visitantes.
Os encantará saber que, en la actualidad, la mayoría de capitales se han regenerado y han buscado mejorar la experiencia Mobile de sus visitantes, fomentando así la tan famosa cultura empresarial actual de experiencia de cliente, entendiendo a los viajeros como los verdaderos clientes de las ciudades que visitan.
Pero… ¿Cómo se han transformado las ciudades para aumentar esa experiencia de viajero?

http://www.freepik.es/
Esta renovación, orquestada entre las empresas creativas, de software y turísticas, se ha gestado en 5 grandes palancas:
- Han empezado por lo básico, adaptar las ciudades a la era Mobile, la mayoría de establecimientos que reciben el impacto directo del turismo, han desarrollado sus propias aplicaciones de compras con el fin de facilitar esas gestiones a los turistas, combinando la venta tradicional con él, cada vez más creciente, e-commerce.
- Han recogido el guante lanzado por el Internet de las cosas y han gestado su propia denominación, el IOT-T, es decir, el Internet de las cosas del turismo. Las grandes cadenas hoteleras y algunos parques temáticos han lanzado sus propias apps para la gestión de reservas o compra de entradas.
- Las administraciones públicas de las ciudades, han desarrollado sus propias iniciativas Mobile, generando el concepto de Smart cities, es decir, apps que nos generen desde rutas imprescindibles por las ciudades, lugares que no debemos perdernos o los restaurantes que mejor representen la gastronomía local, todo a nuestro alcance con un simple toque de pantalla.
- Ligado al anterior punto, el sector turismo no ha querido dejar pasar las bondades que nos ofrece el big data, bases de datos que almacenan y analizan el comportamiento y preferencia de los turistas, generando información de muy alto valor para el sector, generando experiencias, productos o servicios que se adapten perfectamente a los gustos de turistas y generen en ellos altos niveles de experiencias memorables.
- Y por último, mi preferido… ¡el futuro!, quiero decir… ¡el presente!, la gran mayoría de empresas del sector turismo, han comenzado a obtener los resultados de sus inversiones en innovación orientada al turista, fruto de esas inversiones, han desarrollado desde tecnología de geolocalización, que permitan en cada momento al turista, saber que productos, servicios, o lugares de interés tienen más cerca, hasta el plato fuerte de la innovación, la realidad aumentada, es decir, la capacidad de interactuar en tiempo real y a la vez que hacemos turismo con museos, monumentos, o la carta de menú de cualquier restaurante, dándonos la traducción online de la misma, para que podamos disfrutar de la gastronomía típica del lugar.
Y os preguntaréis, si, la inversión en digitalización e innovación está muy bien, pero, ¿Cuál es la verdadera monetización del desarrollo?
Los expertos indican que, en un plazo de 10 años, las empresas que no digitalicen sus procesos estarán condenadas a la extinción, desde los grandes bancos, pasando por las cadenas hoteleras y los propios bares o restaurantes, sin ir más lejos, España ocupa el segundo lugar en implantación mundial de Smartphone, solo superada por Singapur.
La ciudad que consiga, por medio de su desarrollo digital, captar ese alto porcentaje de clientes, tendrá asegurado el futuro de su sector servicios.
En España ya tenemos clima, gastronomía e historia que compartir con el resto del mundo, en nuestra mano está adaptarnos al nuevo paradigma y cubrir las necesidades de este nuevo viajero para aumentar su experiencia de cliente.
A partir de ahora tendremos que modernizar el tan español dicho de ¡nos vemos en los bares!, por, ¡nos vemos en los bares, que recomienden nuestros dispositivos!


















