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En busca de la Experiencia perdida
En cuantas películas hemos visto cómo intrépidos aventureros recorrían selvas, desiertos y demás escenarios poco idílicos, solo con la misión de recuperar el tesoro de alguna civilización perdida, que en otro tiempo fue floreciente y actualmente se encuentra perdida en el más profundo olvido.
Y es que… cuando un tesoro desaparece, ¿no puede volver a recuperarse?
Corren tiempos en los que estamos acostumbrados a dejarnos envolver por experiencias de cliente en empresas punteras…moda, tecnología, motor…sectores donde, a pesar de notar las crisis como los demás, parece que recuperen la confianza de sus clientes a golpe de pantalla HD o diseños futuristas de los cuadros de mando.
Pero… ¿qué pasa con los sectores donde nunca existió esa experiencia o donde se perdió cuando el tío Gilito dejó de repartir dinero?
Banca, seguros, inmobiliario, sectores donde tradicionalmente la experiencia de cliente ha brillado por su ausencia, quizá por la cuasi obligatoriedad de consumir estos productos en nuestras vidas, causando un sentimiento de resignación en los clientes, que, para ambas partes, era suficiente.
Pero los tiempos cambian, y ningún sector tiene la supervivencia asegurada, por lo que bancos o aseguradoras están cambiando su cultura y la están orientando hacia el cliente, buscando intermitentemente la conexión a mayor nivel con sus clientes.

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Pero… ¿cómo se articula este cambio tan radical? Existen 5 pasos que cualquier empresa debe dar al plantearse una cultura orientada al cliente:
- Define claramente las mejoras que buscas
El primer paso es definir con exactitud el objetivo que buscas con el cambio, es decir, si, por ejemplo, vas a orientar tu compañía de la visión precio o producto a la visión cliente, necesitarás un cambio fuerte de estructura que soporte dicho cambio.
- Asegúrate de entender lo que tus clientes potenciales demandan.
Definido el objetivo que buscamos, el siguiente paso es entender las necesidades de nuestros clientes.
Usando metodologías “cuanti” y “cuali”, obtendremos la información necesaria para orientar nuestros comportamientos hacia las necesidades reales de los clientes.
Esto nos ayudará a crear políticas de segmentación de clientes y nos ayudará a diseñar con precisión las experiencias de uso que queremos para ellos, creando una base sobre la que construiremos nuestros diseños de experiencia de cliente.
- Mejora y desarrolla tu diseño actual.
Ya tenemos claro el objetivo, conocemos lo que demandan nuestros clientes y nuestros potenciales y hemos clasificado la información con vistas a diseñar la nueva experiencia de cliente.
El siguiente paso es comenzar los cambios, pero, ¿por dónde empezar? Lo primero es lo primero, por ello, es una gran idea mejorar nuestros procesos actuales de relación con el cliente, será un proceso sencillo y generará un impacto positivo casi inmediato en nuestros clientes.
- Crea el viaje del cliente para identificar los puntos de contacto y su impacto.
Una de las herramientas más útiles a la hora de emprender un programa de gestión de la experiencia de los clientes es el viaje del cliente. El objetivo es disponer de un diagrama donde de manera lo más visual, gráfica e intuitiva posible tener identificados todos aquellos puntos dentro del “ciclo de vida” de nuestros clientes donde la compañía interactúa con ellos. Las ventajas de contar con esta herramienta son:
- Mejora de la eficiencia: Identifica claramente aquellas áreas dentro de la compañía dentro de las cuales no se están poniendo los mejores recursos a disposición de los clientes.
- Entender mejor a los clientes: Nos permite ver nuestro propio negocio con los ojos del cliente y entender así mucho mejor que mejoras pueden ser hechas para mejorar la experiencia de estos.
- Implicar a los empleados: Si se utiliza un sistema participativo de involucración de los empleados en el análisis y diseño del mapa de experiencia, este servirá para que estos se concentren en aquellas tareas que los clientes realmente necesitan de ellos.
- Integra la voz del cliente en el diseño de la experiencia.
Hemos construido un camino en base a la clarificación de nuestros objetivos, el conocimiento de los clientes, la mejora de nuestros procesos previos y el diseño del viaje de nuestro cliente.
El camino está claro, ya solo queda ponerlo en marcha.
Ya tenemos una estrategia, conocemos mejor a nuestros clientes y sus hábitos, por lo que tenemos decido el tipo de experiencia que queremos que nuestros clientes tengan, además hemos rediseñado nuestros servicios y hemos dibujado nuestro Viaje del Cliente.
A partir de aquí, con una cultura de compañía rediseñada, empezaremos a notar los impactos positivos que crearemos en nuestros clientes.
Así que…desempolvad vuestro sombrero y vuestro látigo, y ¡salid en busca de la experiencia de cliente perdida!
Somos como niños
¡Y llegaron las canículas!
Con la llegada del fin de curso toca hacer balance acerca de lo que ha venido ocurriendo durante todo este año escolar e, irremediablemente, aunque las comparaciones puedan resultar odiosas, no quiero dejar de hacerlas…
Así que me animo a compartir en voz alta algunas reflexiones que me vienen a la cabeza y que me transportan del aula del cole de mis hijos al aula de las empresas y, por ende, a las organizaciones en su conjunto y a esta nuestra temblorosa sociedad de hoy en día.
Parece que el consenso entre expertos, acerca de la necesidad de que la educación tiene que adaptarse a las demandas y requisitos actuales, es generalizado.
Es obvio que un modelo que da respuesta a las normas y prácticas que prevalecieron desde la sociedad preindustrial a la industrial está ya obsoleto. Tanto es así, que las Tablet y las pizarras digitales ya son una realidad mayoritaria en las escuelas y campan a sus anchas, pero me pregunto si la forma en que utilizan los niños estos nuevos recursos es muy diferente a la que tenían cuando solo había libros y la tiza teñía de blanco la ropa oscura de profes y colegiales.
A riesgo de ser catastrofista, me temo que “no”. Cambia el formato, el soporte, la carcasa, igual que cambiamos la funda del iPad, pero no cambia el cómo y, sobre todo, no cambia el ¿para qué?
Quizás el cambio de rumbo de la educación no sólo deba contemplar las exigencias de un paradigma 2.0, que pone de manifiesto los grandes cambios de la sociedad actual originados principalmente por los cambios tecnológicos, sino de lo que ya se ha venido a denominar la sociedad 3.0, que se refiere a una sociedad de un futuro inmediato, en la que el cambio tecnológico acelerado producirá enormes transformaciones. Y, creo yo, que aquí está la madre del cordero…
Moravec, autor de referencia en estas lides, acuñó el término de knowmad para referirse a los trabajadores de la sociedad 3.0 definiéndoles como profesionales nómadas del conocimiento y la innovación. Un knowmad es una persona innovadora, imaginativa, creativa y capaz de trabajar con prácticamente cualquier persona, en cualquier lugar y en cualquier momento.
Pienso que, a pesar de los avances que por supuesto también los ha habido, la educación no sigue este camino y la forma en que nuestros hijos siguen aprendiendo se parece muy mucho a la forma a la que a nosotros nos enseñaron.
Un cambio en las formas no es suficiente si el fondo sigue siendo el mismo porque la clave está no en qué se aprende sino en cómo se aprende.
Algo que, por experiencia propia, puedo decir que también la formación in company viene pidiendo a gritos desde hace tiempo.
Los adultos que reciben formación ya no se conforman con la clásica charla magistral en la que les contamos cómo tienen que “ser y estar”. En pequeñas dosis la teoría, no sólo está bien, sino que además es necesaria porque los marcos conceptuales son imprescindibles para la comprensión, sin embargo, se hace insuficiente porque a la vuelta de la esquina ya has olvidado la mayor parte de lo que te habían contado.

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A los niños les pasa lo mismo.
Estar horas y horas recibiendo inputs que recordar y mantenerlos en la cabeza es altamente ineficaz, sobre todo, teniendo en cuenta que a golpe de clic puedo disponer fácilmente de esa misma información.
Además, esta forma fragmentada de aprender basada en la memoria y en las instrucciones puede resultarles tremendamente desmotivadora y frustrante, algo que, desde luego, choca de bruces con la curiosidad, la indagación, la necesidad de reflexión, el deseo por descubrir y, en definitiva, la creatividad.
¿Y no nos pasa lo mismo a los mayores?
Comprobamos una y otra vez cuando estamos impartiendo formación en sala, sin importar el tipo de empresa ni el sector al que pertenezca, que el interés de los asistentes por dejar de ser sujetos pasivos y convertirse también en protagonistas de la acción es palmario.
En el ámbito del aprendizaje, esto significa que todos nos convertimos en coaprendices y también en coeducadores, como resultado de la construcción y aplicación colectiva de nuevos conocimientos.
Facilitar, interactuar, mover, impulsar, empujar, contagiar, escuchar, intercambiar, son verbos que recogen la esencia de lo que el formador/profesor debería compartir en el aula.
La co-creación ha llegado para quedarse; en colegios y en empresas.
Y, a partir de aquí, un sinfín de paralelismos más que podemos hacer entre lo que se enseña en las aulas y lo que las empresas demandan para formar y desarrollar a sus empleados. Demasiadas similitudes.
Estaría bien, aunque sólo sea por aquello de empezar por el principio, que la educación a nuestros hijos, futuro capital humano, llevara de serie algunos básicos imprescindibles adaptados a las exigencias que están por venir.
Dicen los especialistas en la materia que los knowmads serán “profesionales emprendedores, críticos, autónomos, con altas capacidades sociales y competentes de las TIC”. Así que, cabe preguntarse respecto a esto qué pasa en las escuelas y en las empresas:
¿Qué hay del desarrollo de la competencia emprendedora e intra-emprendedora?
¿Qué es eso del pensamiento crítico? ¿Cómo se fomenta? ¿Cómo se valora?
¿Cuáles son los sistemas predominantes? ¿Sistemas basados, por encima de todo, en el control y en el cumplimiento de normas estrictas u otros que facilitan herramientas para que las personas asuman responsabilidad y se empoderen?
¿Qué se necesita para que la educación siga siendo trascendental en una sociedad del “corta-pega” donde la información fluye libremente?
Lo dicho, trasfondos con demasiadas similitudes entre sí. Somos como niños…
Menos es más
Con una frase de tan solo 3 palabras se creó un estilo arquitectónico que derivó en el minimalismo, una corriente que busca la simplicidad de formas y líneas. Con los años, el minimalismo se ha transformado en una filosofía del día a día de muchas personas, que lo aplican a diferentes ámbitos de sus vidas.
A la formación corporativa también ha llegado el minimalismo, a través del Microlearning. El Microlearning es una nueva tendencia en la que se produce la interacción del alumno con contenidos muy cortos o bits de información, que permiten que los usuarios los consuman aquí y ahora, justo cuando el alumno tiene un hueco libre, y desde cualquier lugar.
¿Cómo tienen que ser los recursos?: sobre todo deben ser breves (desde unos pocos segundos a 15 minutos, 1,5 minutos es lo ideal para nuestra capacidad de atención), con contenidos fáciles de asimilar y que vayan al grano, deben ser consumibles desde cualquier lugar y sobre todo multidispositivo, ya que los alumnos tenderán a consumirlos desde móvil o Tablet.
¿Qué tipo de recursos nos valen en microlearning?, casi cualquier recurso, siempre que cumpla los requisitos, corto y al grano: infografías (una imagen vale más que mil palabras), cuestionarios, sesiones virtuales de 10 – 15 minutos, ilustraciones, y como no, micro vídeos.
Uno de los objetivos del microlearning es dar respuesta a un problema concreto de los alumnos, no abrumarles con un exceso de información. Si no alcanzo mi objetivo de ventas trimestral porque no consigo hacer correctamente el cierre, ¿por qué tengo que ver un recurso de una hora sobre cómo mejorar en captación?, no me interesa, no es mi problema,…vayamos al grano, ayúdame a solucionar mi problema concreto.
¿Cuáles son las ventajas del microlearning?
Para las empresas tiene unos beneficios claros: si los recursos son más cortos, tardaré menos en desarrollarlos e invertiré menos presupuesto en ellos, si trabajo un tema específico y lo hago de una forma muy pedagógica, en seguida tendré retorno a esa formación, y sobre todo, si diseño varios recursos micro, podré dárselo a mis empleados dosificados durante todo el año (de lo más simple a lo más complejo), esto me permitirá crear planes de formación continua, que evitarán condesar toda la formación en el último trimestre del año, y mis empleados estarán satisfechos durante más tiempo, sin sensación de que las actividades se condensan en un solo momento del año.
Para el alumno: estos recursos dan respuesta al gap que tengo en un tema concreto, me permite acceder continuadamente a los recursos, puedo conectarme en un hueco libre, aprovechando un viaje en metro o autobús, y puedo conectarme desde cualquier dispositivo.
Está claro que esto no es una moda pasajera, y que además lo micro está también presente en nuestro día a día, en el que se producen muchos momentos de microaprendizaje informal: si tenemos que buscar una receta en Internet, preferimos ver un vídeo de medio minuto a cámara rápida donde se visualiza cómo se mezclan los ingredientes, a la receta tradicional, cuanto menos tiempo dure el vídeo y menos texto tenga, mucho mejor, en un solo impacto aprendemos a cocinar un plato.
Si tenemos que ver un vídeo de Youtube, cuanto más corto sea, mucho mejor. Si el vídeo supera los 3 minutos, en seguida dejamos de prestar atención o vamos saltando los fragmentos para buscar lo que realmente nos interesa de él. Si tenemos que leer un artículo que tenga más de 2 páginas, hacemos lectura en diagonal, buscamos las palabras que me interesan, y a otra cosa.
El mundo va rápido, y nosotros con él, lo queremos todo aquí y ahora. Somos cada vez más impacientes, y estamos bombardeaos de información constante, así que si queremos acceder a toda ella, necesitamos que los recursos que consumimos sean cortos y vayan al grano.
Está claro, que si nuestra forma de aprender está cambiando, las empresas tienen que adaptarse y darnos justo el tipo de recursos que necesitamos, por eso el microlearning es la estrategia de aprendizaje que más está calando en el entorno corporativo los últimos meses.
Más no siempre es mejor, a veces puede ser menos.
El objetivo de los objetivos
La mayoría de las veces que pregunto a las personas que trabajan por objetivos acerca de este tema, escucho un sonido onomatopéyico que en unos denota agotamiento, en otros estrés y en algunos incluso pasotismo.
¿Cumplen los objetivos el objetivo que persiguen?
El establecimiento de objetivos bien utilizados es mucho más rico de lo que imaginamos, convirtiéndose en una excelente herramienta de motivación. Eso sí, han de tener sentido, saber para qué los necesitamos, qué queremos obtener con ellos y encontrar un equilibrio al establecerlos.
La primera razón por la que es interesante tener objetivos es que dan sentido a lo que hacemos. Es la diferencia entre “trabajar en algo” o “trabajar por algo”; solo en el segundo de los casos la persona está verdaderamente implicada en la consecución de un resultado, entiende aquello por lo que hace las cosas y percibe el resultado de sus acciones, lo que le dota de una cierta sensación de control.
Pero además, los objetivos deben ser retadores, deben ser difíciles. Si de salida un objetivo es fácilmente alcanzable no cumple con una de las cosas que persigue y que es movilizar la energía. Ocurre sin embargo que, a veces, los objetivos que se proponen o que nos proponemos son claramente asumibles, ¿qué hay detrás de esta actitud? Es posible que nos estemos protegiendo de un posible fracaso. Sucede a los padres con los hijos cuándo son pequeños; en muchos casos les proponemos objetivos fáciles porque nos da miedo que sufran por un fracaso cuándo en realidad eso forma parte del propio proceso y es un aprendizaje. Otras veces denota una falta de confianza, en nosotros mismos o en aquellos a los que proponemos los objetivos “vamos a ponernos un objetivo facilito que nos asegure que lo podemos hacer…”
Se está estableciendo un objetivo de “evitar el fracaso” y eso crea una posición defensiva, no salimos a “ganar”, a hacer todo aquello de lo que somos capaces, porque esto implica un riesgo, sino que salimos a “no perder” y esto casi nunca exige a la persona tener que usar todos sus recursos incluso aquellos que casi no sabemos que tenemos o que contamos con ellos.
Hay ocasiones que se va al extremo contrario; poner objetivos totalmente imposibles de conseguir; esto curiosamente es una protección también; es tan claramente inalcanzable que si no se consigue es que era imposible pero si de casualidad se alcanza es un éxito clamoroso.. De ahí la importancia del equilibrio entre un objetivo retador pero alcanzable y un objetivo tan asumible que no va a cumplir el objetivo que tienen los objetivos.
Por otro lado, el establecimiento de objetivos hay que verlo como un proceso, en el que hay muchas etapas a cumplir y que nos sirve para no relacionar únicamente el éxito o el fracaso con haber o no cumplido el objetivo. Hay etapas intermedias en las que se han ido haciendo cosas, cubriendo objetivos de realización (aquellos que yo realizo, actividades que hago) para asegurarme más posibilidades de cubrir el objetivo final.
Por último, casi nunca cumplir un objetivo depende únicamente de nosotros. Esto se ve claramente en el deporte donde se compite contra otros oponentes pero también en el entorno empresarial donde hay competidores, en un entorno que puede o no jugar a nuestro favor. Conseguir los objetivos no solo depende de cómo yo hago las cosas sino de quién, qué y cómo son y actúan los demás. Esto nos sirve también para evitar ver las cosas en blanco y negro: Valoro que cosas sí he conseguido en las etapas intermedias, a lo largo del proceso.
Cuándo los objetivos no cumplen el objetivo principal: movilizar, energizar, impulsar a la persona en pos de conseguir resultados retadores lo que aparece es la otra cara de la motivación: la desmotivación.
Feedback y auto feedback
La Real Academia de la Lengua define feedback de manera general como “Modificación de la actitud o estrategia inicial en un proceso a partir del análisis de sus resultados”. También sugiere la academia traducciones al español como “retroalimentación”, “realimentación” o “retroacción”. Sea cual fuere la manera en que lo denominemos, lo cierto es que el uso de esta herramienta de comunicación interpersonal, en el ámbito de la formación, es el tema de este artículo, que permite arrojar un poco de luz, en base a la experiencia, sobre su influencia en el aprendizaje.
Pocas herramientas resultan tan potentes para ayudar en la adquisición de una habilidad. Recibir información sobre la ejecución de cualquier tarea nos sirve de referencia para afrontar de manera diferente nuevas ejecuciones y obtener así un resultado más cercano al objetivo deseado.
Sin embargo, no siempre el feedback aporta una guía eficaz para mejorar nuestras implementaciones. Desgraciadamente es frecuente hallar casos en los que los inputs recibidos sobre nuestros actos retrasan nuestro aprendizaje y generan bloqueos emocionales e intelectuales que lastran nuestro desarrollo. Especial daño ejerce este mal llamado “feedback” – por su nula capacidad de alimentar y su efecto tóxico – en las edades tempranas del aprendizaje, ya que acaba modelando un auto feedback – interno – que condiciona de manera negativa nuestro pensamiento, nuestro sistema emocional y por tanto, nuestras acciones y nuestra vida en general.
Es llamativo observar una y otra vez cómo pedir a mis alumnos que se graben previamente a la hora de dar una charla o realizar una exposición, a modo de entrenamiento y fuente de feedback, es una ardua tarea. Prácticamente todos muestran un fuerte rechazo a verse y casi todos tienen una imagen de sí mismos muy negativa, hallando defectos de manera profusa y casi ninguna virtud, por no decir ninguna, en su ejecución.
En mis cursos planteo de manera invariable la misma receta para dar feedback a todos mis alumnos:
“ En primer lugar, decimos que ha hecho bien nuestr@ compañer@, de manera específica, y en segundo lugar qué puede mejorar; no qué ha hecho mal, ojo, sino qué puede mejorar”.
Últimamente repito estas instrucciones tres o cuatro veces antes de comenzar. No importa cuántas veces lo repita, siempre hay casos en los que automáticamente lo primero que dice la persona es qué ha hecho mal su compañer@, y normalmente no sólo una cosa sino tres o cuatro.
La crítica negativa exclusiva como “feedback” es un lastre cultural que llevamos integrado en nuestro sistema como un quiste. Este vicio arrastrado consigue ralentizar el proceso de aprendizaje mediante un proceso de negativización emocional que basa todo en el esfuerzo árido y penoso, eliminando de la ecuación la valiosísima ayuda que las emociones positivas aportan como fuente de energía y motivación.
Cuando las emociones positivas, cuando una visión positiva de las propias capacidades entra en juego en el ámbito del aprendizaje, los resultados son exponencialmente superiores. Esto es así porque las emociones positivas son las que configuran en ámbito de lo lúdico, y hoy día todos sabemos que es en este ámbito donde la adquisición de conocimientos y habilidades se produce de manera fácil, natural y fluida.
Un feedback adecuado deja a la persona que lo recibe en una situación mejor, intelectual y emocionalmente, de la que estaba antes de recibirlo.
Por todas estas razones, es de una importancia vital asegurarnos que emitimos correctamente esta información en todos los ámbitos de nuestra vida, ya que damos feedback continuamente, día tras día, a nuestros colegas de trabajo, alumnos, esposas y maridos, hijos y un sinfín de personas que caminan junto a nosotros en la universidad de la vida. Que su viaje sea más fructífero y agradable está en nuestra mano.
Dirección Comercial vs. Dirección de Negocio: El difícil entendimiento (parte 2)
Decíamos ayer… es decir, en el post anterior, que buena parte de las dificultades de las compañías nacían de las desengrasadas relaciones entre departamentos, y lo personalizamos en los problemas de interacción entre las Unidades de Negocio y las Comerciales.
La inconsistencia organizativa, provocada por políticas internas que hacían difícil la colaboración o el trabajo conjunto entre departamentos; la escasa visión global de la compañía por parte de sus directivos, muchas veces enfocados en su ámbito de responsabilidad, y el juego de nuestro propio “ego” personal, son en mi opinión y experiencia, los 3 motivos fundamentales de estos desajustes.
Dicho esto, el post quedaría cojo si no me mojara y propusiera alguna solución que a modo de buena práctica, he visto funcionar o, humildemente, he puesto en funcionamiento durante mi etapa de directivo en mi propia compañía, con resultados positivos, tanto en números como en cambio de dinámica de relaciones internas entre departamentos.
La propuesta de solución:
- Comunicación continuada de objetivos, misión, visión y valores de compañía que se trasladen hacia abajo, a los diferentes departamentos de la organización, de manera consistente y coherente, es decir, aterrizados en políticas y un modelo organizativo que favorezca la colaboración, en el que cada unidad organizativa se ocupe de entender cómo las demás unidades aterrizan la visión, misión y valores y las políticas, procedimientos y herramientas sean consistentes con esta definición. Si al equipo comercial le incentivamos únicamente por el volumen de ventas y a las Unidades de Negocio únicamente por rentabilidad, ¿qué podemos esperar?: la fuerza comercial intentará vender a cualquier precio, las Unidades de Negocio sólo se preocuparán por el margen y cuando ambas partes se sienten a diseñar y preparar una oferta, podemos esperar enfrentamientos enconados y un continuo echar las culpas al otro: “Como vendamos a ese precio hundimos la compañía”, frente al “Es imposible vender un euro si pretendemos tener esos márgenes”. En definitiva, diálogos encontrados de difícil solución, al no haber puntos o intereses comunes entre las partes implicadas. Pero esto no es lo peor; lo peor es que desde la Dirección estamos dando a cada parte argumentos para que actúen de esa manera, lo que permite a todos excusarse y justificarse echando la culpa a otros.
- Formación/transformación. La especialización no sólo es buena, es necesaria si queremos contar con los mejores profesionales en los puestos relevantes… y si además estos profesionales están dotados de una visión global del negocio, que les haga entender el resto de funciones clave de la compañía y empatizar con la forma de ver las cosas “desde otros lados de la mesa”, tenemos el profesional ideal, con capacidad de trabajar en equipo y, en niveles directivos, nos permitirá desarrollar un verdadero Comité de Dirección en lugar del habitual “Comité de Directores”. Es clave que los componentes del Comité de Dirección de una compañía vean a su organización con los ojos del CEO o el Director General. Sin perder la visión particular de su área de responsabilidad, la mirada abierta, con la perspectiva de sus compañeros de Comité, le permitirá entender que los demás no son el enemigo, ni alguien que sólo les pone trabas, y que lo que hacen tiene un por qué y un para qué, y ayudará a empatizar con estos otros puntos de vista y facilitará la colaboración, al general estados mentales más abiertos.
- El Comité de Dirección, predicando con el ejemplo.– Gandhi decía: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Las organizaciones funcionan como los sistemas familiares: lo que vemos a hacer a nuestros jefes es lo que luego replicamos sus colaboradores, al igual que como miembros de una familia estamos “condenados” a repetir, al menos en parte, el ejemplo de comportamiento de nuestros padres. Pues bien, si los miembros del Comité de Dirección de la compañía muestran comportamientos de colaboración, empatía y trabajo con objetivos comunes entre ellos, y dan visibilidad a estos comportamientos en todos los niveles de la organización, podemos estar seguros de que estos comportamientos se van a replicar en el resto de la organización, generando un círculo virtuoso. Einstein decía que “Dar ejemplo no es la mejor manera de influir, es la única”. Doy fe, al menos por mi experiencia y la observada en organizaciones que afrontaron procesos de cambio a través de este tipo de comportamientos, de que esto funciona. Es más, es condición absolutamente necesaria para cambiar dinámicas de relaciones internas tóxicas por dinámicas saludables y efectivas. Aún recuerdo cómo, en una experiencia profesional reciente, pusimos en práctica este punto: La persona que dirigía la mayor Unidad de Negocio de la compañía y yo, como Director Comercial, comenzamos a participar en reuniones de gestión de grandes oportunidades comerciales. En estas reuniones pusimos el foco en los objetivos comunes, en negociar (que implica ceder), en escuchar y hacer ver que nos sentimos escuchados, y en poner el foco en lo que debíamos hacer como grupo, no en los intereses que podían alejar nuestras posiciones. En aquellos colectivos donde este comportamiento se extendió (comerciales que decidieron modificar su actitud y equipos de preventa que hicieron lo mismo), los resultados de crecimiento en ventas fueron espectaculares.
Durante cierto tiempo llegué a pensar que estos resultados fueron casuales. Sin embargo, cuando en los cursos de liderazgo que impartimos cuanto este caso a directivos de las empresas cliente, sistemáticamente alguno de los asistentes cuenta un caso similar con idénticos resultados. A partir de este momento empecé a sospechar que algo de relación causa-efecto existía entre este cambio d comportamiento en los directivos, los nuevos comportamientos que inducían en sus equipos y los resultados obtenidos.
Desde estas propuestas se pueden construir y/o identificar objetivos comunes de compañía y a partir de ellos, trabajar conjuntamente, afrontar y resolver problemas y convertir las excusas para promover enfrentamientos en oportunidades de colaboración. Con este ejemplo, trasladado de manera continuada y convincente al resto de niveles de la organización, se pueden construir compañías en las que la colaboración y el trabajo en equipo sean no sólo un valor declarado y bien escrito en bonitos carteles que adornen las paredes más visibles de las oficinas, sino que parte de la esencia de los comportamientos dentro de la compañía. Dejemos que el innato espíritu competitivo del ser humano quede para luchar por ganar y mantener clientes, y hagamos para ello que nuestra organización se distinga por ser un referente de colaboración y trabajo en equipo, desde la empatía, la escucha al otro y la búsqueda del beneficio colectivo: Mejorará el clima laboral, nuestras competencias y, creedme, los resultados.
Dirección Comercial vs Dirección de Negocio El difícil entendimiento
Superados ampliamente los 20 años de carrera profesional, si hay una constante en ella, primero como Consultor y luego como Directivo, es la difícil relación y trabajo en equipo entre diferentes áreas o departamentos de las organizaciones para las que he trabajado, incluidas aquellas en las que he desempeñado funciones directivas. Desde la humildad y reconocimiento de haber cometido en primera persona muchos errores, permítame el lector que exponga unas breves reflexiones y, sobre todo, aprendizajes de dichos errores y de las buenas prácticas que he puesto y visto poner en práctica con resultados positivos.
Quién no ha escuchado con frecuencia la frase “Tengo muchos más problemas en mi propia organización que con mis clientes”. Para quien se sienta reflejado en ella, confío en que lo que voy a exponer le resulte de interés.
Lo siguiente que suele ocurrir en quien afirma tal cosa es la justificación de que “las cosas no van mejor por las limitaciones que impone mi compañía”, y por supuesto “que los problemas son siempre causados por otros”.
No es el objetivo de este post analizar cuánta razón o no puede haber en esta actitud, sino entrar en el qué es lo que ocurre en las organizaciones en las que se dan estas circunstancias.
Para ello, vamos con un ejemplo habitual, que he vivido en primera persona como Directivo y en tercera persona como Consultor de otras compañías, grandes y medianas, donde esta situación se repite de manera generosa: la relación entre Unidades de Negocio (entendidas como las unidades productivas/operativas que realizan los proyectos, trabajos o entregas de productos o servicios a clientes) y Áreas comerciales (las que se dedican a la comercialización y venta de dichos productos o servicios).
El problema: Con mucha frecuencia he escuchado a profesionales de las áreas de negocio (yo mismo incluido) quejarse del valor que aporta el área comercial: “No sé para qué sirve el comercial, si al final el que sabe lo que hay que ofrecer y hace todo el trabajo es la unidad de negocio, y me toca a mí hacer la venta”, o “Que el comercial me consiga una reunión con el cliente y se aparte, no la vaya a liar”.
En el otro sentido, es frecuente escuchar a los profesionales del área comercial decir “No pinto nada, las unidades de servicio van a su bola a ver al cliente y, como no lo conocen, meten la pata”, o “es imposible ganar una oportunidad si la gente de las áreas de negocio no me hace caso, soy yo el que sabe vender”.
Lo que subyace es una falta de entendimiento y reconocimiento de la aportación del otro departamento lo cual a su vez genera desconfianza, que no es otra cosa que la peor de las emociones posibles de cara a trabajar en equipo de manera eficiente y eficaz. ¿O tal vez es falta de interés por entender y reconocer la aportación del otro? Sea como fuere, estas situaciones provocan desajustes, mala coordinación de acciones, problemas de comunicación y, consecuentemente, una merma notable en la capacidad de las organizaciones de llegar de manera eficaz y eficiente a sus clientes, ya que se desaprovecha la suma de las capacidades e información de valor de todos aquellos que tienen que participar en las diferentes etapas del proceso comercial.
El diagnóstico: Tres son elementos que, a mi juicio y según mi experiencia vivida, explican este problema:
- La inconsistencia en la organización: Cuando alguien dentro de tu organización, perteneciente a un departamento diferente al tuyo, te dice “A mí no me pagan por eso, mis objetivos son otros”, tenemos una señal clara de que debemos hacérnoslo mirar porque muy probablemente hay una inconsistencia organizativa, bien en la definición del puesto de trabajo y sus objetivos, bien en el modelo de “carta de incentivos/bonus” o en algún otro proceso o política de compañía divergente con el tuyo personal o el de tu área. ¿Cómo podemos pensar en colaborar si tenemos objetivos que no sólo no están alineados sino que llegan incluso a ser divergentes o contrapuestos? Si se evalúan los resultados de un departamento por ahorros de coste conseguidos y este departamento es el que maneja y decide sobre las inversiones, no puedo pensar que este departamento va a favorecer las inversiones que otros departamentos necesitan, puesto que invertir va en contra de su objetivo de ahorrar. Vamos un poco más allá, ¿está definida y debidamente comunicada a toda la organización la función, atribuciones y responsabilidades de nuestro departamento y cuáles son los procedimientos de interacción y comunicación con otros? O incluso un poco más allá aún: ¿Cómo se divulga dentro de la organización el rol y el valor de cada uno de los departamentos que lo integran? Cuando esto no está claramente formalizado desde las altas instancias de la organización, cada uno de nosotros nos damos permiso para inventarnos las respuestas. Habitualmente, esta respuesta fluye en cascada desde lo que piensa el máximo responsable de nuestro departamento hasta la totalidad del colectivo incluido en él.
- La escasa visión y conocimiento global que tenemos de nuestra organización. Tenemos excelentes profesionales especializados y bien formados en las materias a las que dedican su día a día, pero hay algo en lo que fallamos: la visión global, el objetivo común de la organización. Esto explica el que nos cueste mucho ponernos en los pies del otro y entender que el otro no hace lo que hace “para fastidiarme” o “porque es muy torpe y no entiende de qué va esto”, sino que responde a los objetivos y función del “trozo de la compañía” en el que le toca desempeñar su función “especializada”. Vemos nuestra organización desde nuestro punto de vista, condicionados por nuestra formación, nuestros juicios y creencias, con las gafas de la Dirección comercial o las de la Dirección de la Unidad de Negocio, pero ¿es la nuestra la única manera de ver las cosas?, ¿somos capaces de quitarnos nuestras gafas y mirar el mundo con las del otro? Mi respuesta es: Nos cuesta mucho hacerlo.
La mayoría de las organizaciones que conozco, especialmente las grandes, están dirigidas por Comités de Directores (digo bien, y a propósito, “de Directores” y no “de Dirección”), en los que a cada uno se le mide y valora por su ámbito de gestión. Si las políticas de la compañía no alinean intereses de las diferentes áreas y no se trabaja desde un objetivo común, conocido y compartido por todos los miembros del Comité, y con visión global de compañía, el lío está asegurado, y con él las ineficiencias, disfunciones y roces entre departamentos.
- Nuestro ego. En un modelo educativo profesional basado en la competencia y no en la colaboración, cualquier cesión que hagamos al otro cuando nos toca debatir acerca de la mejor manera de afrontar una oportunidad comercial la interiorizamos diciéndonos “me ha ganado”. No hemos sido educados en la negociación, en la búsqueda de puntos comunes, en el hecho de que aceptar las ideas del otro no es un síntoma de debilidad sino de crecimiento y enriquecimiento personal por nuestra parte, ni en el reconocimiento del otro como profesional cuya visión es, de entrada, tan legítima como la nuestra. Tendemos a pensar que ceder es síntoma de debilidad y aceptar que las ideas del otro pueden ser tan buenas como las nuestras no forma parte del sistema de creencias que rige nuestro comportamiento. Solemos dar por supuesto que en cualquier diálogo, sólo es aceptable el modo ganar-perder, en el que para quedarme satisfecho tengo que demostrar al contrario que tengo razón y él no… sobre todo si es de otro departamento. Con esta premisa es difícil, si no imposible, colaborar, compartir, cooperar o aplicar cualquier verbo que empiece por el prefijo “Co” (Acción conjunta, idea de encuentro, conjuntamente, asociación, …) y por tanto, en lugar de sumar diferentes puntos de vista y trabajar desde lo que tienen en común, lo que hacemos es tratar de imponer el nuestro de manera excluyente.
Hasta aquí la descripción y diagnóstico del problema. Querido lector, si has llegado hasta aquí seguramente te sentirás tentado a escuchar ideas de posibles soluciones a esta generalizada situación. Si es así, te espero en el próximo post.
Big Data y Formación, ¿habrá un futuro para ambos?
Según los expertos, sí, habrá un futuro que revolucionará el ámbito educativo, desde la escuela hasta la formación de adultos, donde los millones de datos recogidos permitirán realizar una formación efectiva y más personalizada.
¿Cómo podemos conseguir estos datos?
A través de las nuevas tecnologías, un ejemplo lo encontramos en algunas escuelas de EEUU: las actividades realizadas a través de iPad permite recoger un amplio abanico de datos de los alumnos (asistencia, atención, preferencia de actividades…) para mejorar la preparación de los cursos por parte de los formadores.
O los propios MOOCs que, con los datos arrojados por ellos, podrían permitir desarrollar itinerarios formativos más adaptados e innovadores: saber qué módulos, vídeos o documentación son más interesantes por el número de visualizaciones/descargas o por el número de aciertos o errores en los test realizados.
Si cada vez estamos más conectados y cada movimiento nuestro produce una información que puede registrarse ¿por qué no emplear los millones de datos recogidos de forma anónima para mejorar los métodos formativos?
De hecho ya hay algunos ejemplos como el que señalamos a continuación:
“Un informe de la Cooperativa WICHE de Tecnologías Educativas sugirió que los nuevos estudiantes son más propensos a abandonar estudios en línea si toman cursos largos que si se inscriben a módulos de forma parcial. Este hallazgo, que desafía las suposiciones a largo plazo sobre el abandono de cursos online sólo fue posible debido a un proyecto de investigación utilizando el análisis de Big Data.
Este informe muestra que el impacto de Big Data ya ha llegado a la formación académica,[…]” How Big Data Will Reshape eLearning – David Kelly en Mind Flash.
El futuro está aquí y cada vez estamos más evolucionados tecnológicamente; si en otros sectores como la publicidad o el marketing utilizan el Big Data (solo con pensar en Facebook o Google podemos darnos cuenta de ello), el ámbito de la formación no debería quedarse atrás. Al fin al cabo la principal razón para utilizar estas herramientas es para que los itinerarios formativos que elaboremos sean atractivos y se ajusten a la perfección a las necesidades de los participantes.
Solo hay que plantear una pregunta: ¿Cuántos millones de datos interesantes estamos “dejando pasar” delante de nosotros y podrían revolucionar la formación que impartimos a nuestros clientes?
Las cuentas de la Experiencia Cliente (Parte II)
Medición Cualitativa y Cuantitativa
Partiendo de que la Experiencia Cliente Total es la respuesta subjetiva e interna del cliente ante cualquier contacto directo o indirecto con el producto o servicio ofrecido se hace necesario incluir datos cualitativos y cuantitativos para medirla eficazmente.
El contacto directo generalmente ocurre en el trascurso del proceso de compra, desde su planificación hasta la compra del producto y paso por caja, y es iniciado normalmente por el cliente.
El contacto indirecto se produce cuando el cliente “interacciona” con aspecto externos de la tienda-enseña por diferentes tipos de medios (tanto off line como on line), o simplemente cuando conocidos o amigos hablan de la tienda-enseña y se genera un “boca oreja” positivo o negativo, lo que puede llevar al cliente a criticar o a recomendar la tienda-enseña.
En definitiva podemos concluir que existen múltiples “puntos de contacto” en el viaje del cliente, es decir el antes, durante y después del proceso de compra que deben ser medidos y analizados.
La medición de la Experiencia Cliente ha de incorporar por lo tanto la parte funcional, emocional y operacional, conjugando diversas metodologías a utilizar así como diversas fuentes de datos tal y como recomendamos a continuación:
- Índice de Satisfacción de Cliente- Cuantitativa
- Nivel de Experiencia Cliente-Cualitativo
- Momentos de la Verdad – Cualitativo
Índice de Satisfacción del Cliente-funcional
La metodología propuesta es como ya se ha mencionado es CUANTITATIVA ya que como objetivo nos hemos propuesto evaluar EL NIVEL DE SATISFACCIÓN de los clientes. Esto nos permitirá enfocarnos en determinadas variables como elementos de calidad, facilidades de la tienda, navegación, servicio prestado por parte del personal, precio, gestión de quejas, promociones, etc.
Esta metodología es relativamente fácil de aplicar, se realiza a través de encuestas a pie de tienda, con un cuestionario reducido con preguntas breves y fáciles de entender por el cliente. Normalmente es posible predecir el tiempo de ejecución y el resultado en tiempo requerido, siendo la más usada cuando se trata de integrar datos de muestras amplias a un precio relativamente económico en comparación con la cualitativa.
Como herramienta para la recogida de datos de la muestra también proponemos el sistema automatizado de respuesta interactiva vía telefónica, conocido por sus siglas en ingles IVR (Interactive Voice Response).
Nivel de Experiencia Cliente-emocional
El Índice Neto de Recomendación-Net Promoter Score, NPS ®,- es una de las métricas más comúnmente utilizadas para medir la experiencia cliente en retail moderno.
Aquí la pregunta es fácil: ¿con que probabilidad recomendaría usted esta tienda-enseña a un amigo o familiar?
NPS ®, permite conocer y gestionar la opinión de los clientes y medir el grado de fidelización a nuestra tienda.
El NPS® implica parte de la lealtad emocional del cliente ya que los promotores son los que permanecen más tiempo fieles a la marca, compran más, son menos sensibles a precio, a fallos de servicio y traen nuevos clientes mediante referencias.
Los pasivos compran hoy, pero probablemente comprarán en otro sitio, son volubles.
Los detractores no nos volverán a comprar y hablaran mal de la marca en cualquier oportunidad que tengan.
Existen extensiones de la metodología NPS ® que incorpora otras preguntas que analizan otros aspectos de la fidelidad como satisfacción, recomendación, nueva compra, etc.
Momentos de la Verdad-operacional.
Para evaluar la parte operacional de la experiencia cliente la metodología propuesta es la de Grupos de Discusión o Focus Group mediante entrevistas en profundidad y Mistery Shopper.
Para el panel de Focus Group seleccionaremos clientes habituales de la tienda-enseña para obtener de forma periódica sus sugerencias y opiniones (enfoques) a partir de la percepción y experiencia vivida en cada uno de los Momentos de la Verdad.
Es importante tener el mismo panel durante un periodo prolongado para observar tendencias y establecer conclusiones.
En estos grupos de discusión es aconsejable que participen responsables de la empresa, como personal de atención al cliente y responsables de las tiendas en algunas fases del panel, tanto para obtener información y sensaciones de primera mano, como para aclarar dudas y proporcionar una imagen de compromiso con el cliente.
Las entrevistas en profundidad, nos permitirán investigar exhaustivamente las expectativas de los clientes en cada uno de los momentos de la verdad.
Aunque muchos retailers trabajan actualmente con metodología Mistery Shopper esta ha de hacerse extensiva para la evaluación objetiva de conductas y comportamientos observables en cada Momento de la Verdad.
Al incorporar la metodología de Mistery Shopper mediante “pseudo-compra” y observación en las Momentos de la Verdad nos permitirá:
- mapear adecuadamente los puntos de contacto que generan la experiencia en la tienda.
- Proporcionar el valor correcto a cada punto de contacto en función de la experiencia que genera en el cliente.
- Entender el peso que el cliente proporciona a ese punto de contacto en la experiencia.
- Establecer un “benchmark” y un KPI especifico a medir en cada punto de contacto.
La importancia de medir la Experiencia Cliente.
Hoy más que nunca antes, el cliente es el activo más importante de las empresas, “sin clientes no somos nadie” sentenciaba el presidente de una afamada empresa de distribución española. De hecho si analizamos los ratios financieros de las empresas más importantes del mundo veremos que sus niveles de experiencia cliente son muy superiores a las del resto “de 2007 a 2012, las empresas con mejores ratios en experiencia cliente han obtenido mejores resultados de negocio triplicando en algunos casos el promedio de la empresas incluidas en S&P 500” (Forrester Research´s Annual Customer Experience Index Study)
En definitiva, ya nadie duda de los beneficios que aporta el ofrecer una Experiencia Cliente positiva, memorable y diferenciada, sobre todo para retener clientes, incrementar su gasto medio, potenciar el “boca a boca” y atraer nuevos clientes.
Poner al Cliente en el centro de todo lo que hacemos e interiorizar que esta compleja, complicada, subjetiva y a veces emocional respuesta a la experiencia que los clientes tienen de nuestros productos y servicios en nuestras tiendas puede ser la base de nuestra estrategia ganadora como retailers.
Más que ponerte en los zapatos del cliente, haz que el cliente se ponga los tuyos y te diga cómo se siente…..es la única forma de caminar juntos.
Las cuentas de la Experiencia Cliente (Parte I)
Experiencia Cliente y Cultura de Servicio
Actualmente un gran número de compañías están incorporando el término “Experiencia Cliente” para referirse a la calidad de los productos y servicios que ofrecen. El objetivo es incrementar la lealtad de sus clientes mediante una experiencia de compra diferenciada, convirtiéndola en una ventaja competitiva y sacando el máximo rendimiento al valor añadido que proporciona una experiencia superior.
En un entorno comercial donde los consumidores pueden acceder de diversas formas y por diferentes canales a los mismos productos (omnicanalidad) las compañías con fuerte presencia en retail tratan de diferenciarse más allá del precio y el producto ofertado. Hoy en día la diferenciación ha pasado de la oferta en productos con beneficios tangibles (los beneficios del producto o servicio), a la forma de relacionarse con el mismo (campañas de medios masivos ATL/BTL) para acabar con la forma en que la experiencia de compra impacta en los valores del consumidor final. Esto implica que la diferenciación basada puramente en factores “higiénicos”, como son la funcionalidad y calidad ya no es sostenible como una ventaja competitiva, sino que son la base fundamental o requisito mínimo para operar en el mercado.
En este contexto, se hace necesario que las compañías adopten una estrategia 360º en orientación al cliente, o lo que es lo mismo, poner al cliente en el centro de toda su estrategia comercial.
Esta nueva estrategia de orientación al cliente, más que al servicio o producto, implicará necesariamente un cambio cultural de la empresa y necesitará de nuevas capacidades de gestión, para asegurar que la experiencia única y diferenciadora es consistente en todos los puntos de contacto con el cliente.
Trabajar sobre las áreas de oportunidad detectadas (gaps) entre la experiencia esperada y la experiencia ofrecida para minimizarla será responsabilidad de todas aquellas organizaciones que verdaderamente estén orientadas al cliente.
Al final de lo que se trata es de sorprender a nuestros clientes, generando experiencias WOW!
Lo que no se puede medir no se puede mejorar….
Como dice el dicho popular, “lo que no son cuentas son cuentos“; y bajo la premisa de “lo que no se mide no se puede mejorar”, los retailers han de implementar los sistemas, herramientas y e indicadores adecuados para validar que la transferencia de la orientación al cliente se lleva a cabo en todos los niveles de personal de tienda-enseña en contacto con clientes.
Partiendo de que el concepto Servicio al Cliente es una filosofía de trabajo que todos los empleados de la empresa deben sentir y actuar para crear clientes satisfechos, se hace prioritario establecer un sistema que mida la totalidad de la experiencia cliente en sus tres dimensiones fundamentales: funcional, operacional y emocional. Funcional, donde el cliente hasta qué punto el cliente logro su objetivo, operacional se analiza la simplicidad, facilidad o rapidez de la interacción con el cliente, y por último el emocional, que es el resultado provocado en el cliente por las emociones vividas durante la interacción.
Satisfacción, Experiencia Cliente y Momentos de la Verdad
Satisfacción, Experiencia Cliente y Momentos de la Verdad, son conceptos que van íntimamente ligados ya que surgen de la interacción con un producto o servicio ofrecido, sin embargo existen diferencias importantes. El hecho de estar satisfecho con un producto o servicio no es sinónimo de haber vivido una buena experiencia. La suma de todos estos conceptos es la clave para fidelizar y atraer nuevos clientes.
¿Qué es Satisfacción al Cliente?
Entendemos Satisfacción como una “actitud hacia un servicio proporcionado o una reacción emocional a la diferencia que hay entre el servicio esperado por el cliente y el ofrecido en función con la necesidad a cubrir” (Hasermark and Abinsson, 2004). Satisfacción implica estar de acuerdo o no desde el punto de vista emocional con el servicio ofrecido y podríamos medirla como el grado de felicidad de un cliente. Clientes felices y satisfechos son leales y pueden llegar a recomendar la marca a conocidos y amigos. Pero estar satisfecho no es suficiente. Hoy en día hay que superar las expectativas del cliente para sorprenderles, y hacerlos fans, es decir crear una conexión emocional con la marca que va más allá de la satisfacción.
Es la parte funcional de la experiencia.
¿Qué es Experiencia Cliente?
La definición básica del concepto Experiencia Cliente es la “circunstancia o acontecimiento vivido por una persona”. Cuando hablamos de retail, este concepto adquiere una dimensión más amplia a la hora de interaccionar con un producto o servicio prestado, y es que el cliente vive diversas sensaciones (sentidos) y realiza una serie de juicios sobre su desempeño concreto, activando en él diversas emociones.
La “experiencia cliente” es la integración de esas sensaciones, juicios y emociones, cuya valoración depende también de otros aspectos tales como las expectativas previas del cliente (nivel de satisfacción), y no en menor grado, su estado de ánimo momentáneo.
En definitiva cada producto o servicio esconde un sinnúmero de actividades que generan la experiencia que vive cada uno de los clientes.
Es por ello que el concepto de Experiencia Cliente es más amplio si cabe que el de Satisfacción ya que implica gestionar las experiencias en todos los puntos de contacto con el cliente, es decir los llamados Momentos de la Verdad.
Es la parte emocional de la experiencia
¿Qué es el Momento de la Verdad?
Cuando un cliente entra en contacto con cualquier aspecto de la organización de tienda y tiene una primera impresión sobre la calidad del servicio ofrecido es lo que hemos denominado Momento de la Verdad.
El momento de la verdad no lo determina necesariamente el contacto humano. Cuando el cliente llega a la tienda y entra en contacto con cualquier elemento físico del mismo (iluminación, limpieza, disponibilidad de productos, diseño de tienda, accesibilidad, imagen del personal, etc.) es también un momento de la verdad.
Sin embargo hay momentos de la verdad que son más críticos que otros y que tienen mayor o menor impacto en la experiencia cliente.
Dependiendo el tipo de tienda serán también diferentes los Momentos de la Verdad en el Viaje que el Cliente efectúa una vez que planifica su compra, entra en la tienda, navega, interacciona con los elementos físicos y sensoriales, efectúa su compra, sale y consume el producto.
Hemos de decir que cada vez tienen más impacto en los momentos de la verdad la estimulación sensorial de la experiencia. Es por ello que el olor de la tienda es importante, así como el aspecto visual, impacto sonoro, climatización, etc….es aquí donde el llamado neuromarketing entra en juego.
Es la parte operacional de la experiencia.

























