Conversaciones Cruciales en la “nueva normalidad” post COVID19
Hace más de veinte años, VitalSmarts llegó a la conclusión de que la salud de las relaciones, los equipos y las organizaciones depende del tiempo medio de retraso entre la identificación y la discusión de los problemas. Nunca se imaginaron que la referencia a la «salud» se volvería tan literal.
En los próximos días, los líderes tendrán el reto de reiniciar sus operaciones durante una “nueva normalidad”. Este será el período de tiempo entre un retorno a una interacción social más estrecha y la disponibilidad de una vacuna. Esta “nueva normalidad” abarcará al menos un año, aunque podría ser más largo si la vacuna tiene una eficacia o distribución limitada.
Los líderes tendrán el desafío de desarrollar culturas resistentes a COVID.
En una investigación reciente se solicitó a 3.000 personas que identificaran cómo se adaptarán sus organizaciones para sobrevivir en los próximos meses. Los principales resultados arrojaron lo siguiente:
- Priorizar el gasto: incluyendo detener o iniciar grandes proyectos
- Repensar productos y servicios
- Vender de otra manera y captar nuevos clientes
- Reorganizar roles y equipos: incluyendo despidos y jubilaciones
- Hacer las cosas y administrar el rendimiento de manera virtual
Habiendo establecido estas pautas, se pasó a preguntar qué tipo de comportamiento determinará la velocidad de los cambios: “¿Cuánto tiempo crees que tomará llegar a un acuerdo real sobre las decisiones valientes que se deben tomar?»:
- Cerca de la mitad dijo que tomaría 4 meses o más.
- El 12% lamentaba que sería más de un año.
- El 6% predijo que nunca habría acuerdo sobre medidas críticas para la supervivencia.
Las mayores barreras no eran los déficits intelectuales ni la escasez de recursos. Las razones para el tiempo de retraso incluyen:
- Desconfianza
- Preocupaciones sobre la pérdida de poder
- Antecedentes de conflicto
- Preocupaciones sobre la seguridad laboral
- El ego
Cuando se les preguntó: «¿Con qué rapidez se tomarían estas decisiones valientes si la gente fuera completamente franca y transparente?», las respuestas fueron:
- El 73% predijo que llevaría menos de un mes.
- Y sólo el 4% esperaba que tardara más de cuatro meses en hacerlo.
Nuestra mayor amenaza en este caso no es la falta de competencia. Es una falta de franqueza.
El silencio es el sustrato sobre el que se propaga la enfermedad organizativa. Ahora es el momento de tomar medidas decisivas para cerrar COVID-19, y amenazas futuras similares, en su organización al transitar hacia una cultura adaptativa. Una «cultura adaptativa a las amenazas» es aquella en la que las decisiones cruciales se toman rápidamente y se implementan sin problemas.
Una de nuestras recomendaciones es reforzar y entrenar a nuestras personas en Conversaciones Cruciales. Debemos erradicar las creencias morbosas de que el poder supera la verdad y que la supervivencia profesional significa elegir entre honestidad y lealtad. Llevamos décadas de evidencia de que el silencio arrastra el rendimiento de innumerables maneras:
- Retrasa las decisiones
- Anula el compromiso
- Aumenta los costes
Los empleados deben saber que pueden decir cualquier cosa a cualquier persona en cualquier momento si eso es importante para la organización. Así, la velocidad en nuestras organizaciones se multiplicará exponencialmente.
Las decisiones valientes exigen un diálogo sincero. La ejecución rápida requiere una aceptación real. En un mundo laboral cada vez más virtual, las decisiones se vuelven más selectivas. Cuando los gerentes tienen una visibilidad limitada de la acción diaria, la resistencia pasiva tiene un potencial de crecimiento infinito. Ahora, más que nunca, los líderes necesitan compromiso más que cumplimiento. Deben ser hábiles en la utilización de los tres ingredientes de las «decisiones H2» (la combinación de alta implicación y alta velocidad).
Estas decisiones incluyen conversaciones cruciales sobre:
- Derechos de las decisiones: ¿es esto una decisión de la gerencia, consulta, consenso o votación?
- Límites: ¿qué plazos tenemos para la deliberación?
- Partes interesadas: ¿quién es la clave para hacerlo bien y llevarlo a cabo?
En unos meses habrá dos tipos de organizaciones: la rápida y la muerta. No te adaptarás con velocidad hasta, y a menos, que tu equipo suba a nuevos niveles de franqueza. Pero si lo haces, te posicionarás no sólo para sobrevivir, sino para soportar el éxito. Construirás una cultura adaptativa a amenazas que será capaz de afrontar desafíos futuros.
¿Te atraves a hacerlo?
Ser y hacer del Agile Coach
El agile coach, como el camaleón, es capaz de mantener el foco en dos direcciones: a la visión de futuro y a la acción inmediata con el equipo.
En el horizonte del agile coach está la misión de que la organización funcione según la filosofía del agilismo y acompaña a los equipos para que adopten una nueva forma de trabajo de acuerdo a los principios y valores ágiles.
¿Cómo lo hace?
Desde mi punto de vista lo más importante no es lo que hace el agile coach o las numerosas herramientas y dinámicas que utiliza, sino cómo lo hace y para qué, ya que con sus acciones es el reflejo y modelo de inspiración para el equipo.
Descubramos las 2 vertientes: el ser y el hacer del agile coach.
SER
C: Coach. El agile coach es un perfil versátil que, en función de los retos y la madurez del equipo, se pondrá el sombrero de coach, facilitador, mentor, profesor, etc.
Para ejercer esos roles es necesario aprender y practicar ciertas habilidades clave porque “Lo que hagas de más por el equipo es algo que ellos hacen de menos”.
Algunas de estas habilidades son la escucha activa, las preguntas poderosas, el silencio, la comunicación no violenta, intuición o la gestión emocional.
De 1 a 10, ¿dónde te sitúas?
- ¿Ayudo o rescato al equipo?
- ¿Reto o me quedo en lugar seguro?
- ¿Explico o escucho?
O: Observación. “No me gusta esa persona, voy a conocerla más…” El agile coach acompaña a varios equipos a la vez. Lo que observa es parte de la realidad del equipo y es fundamental que su mirada esté libre de juicio, ya que con cada equipo vivirá realidades diferentes y puede caer en la tentación de etiquetar, comparar o aplicar recetas mágicas.
Una posición de “observador agile” es tener un pie dentro y otro fuera del equipo. Ser capaz de tener en su backlog personal las intenciones de aprendizaje para el equipo y después fluir y escuchar lo que realmente necesitan ese día.
- Te sugiero que hagas una lista con los equipos ágiles que acompañes y escribas 5 cosas de cada uno de ellos. Compártelo con otro agile coach ¿Qué % es totalmente cierto?
A: Acompañante en 3D.
El agile coach está atento a lo local y a lo global, a lo micro y a lo macro.
En primer lugar, ayuda a las personas a gestionar los cambios de las nuevas de trabajo y liderazgo. En un segundo nivel, trabaja con el equipo poniendo el foco en la suma más que en los individuos. Por último, tiene que desarrollar una visión sistémica de la organización que le permita descifrar patrones, hábitos improductivos, fortalezas que pasan desapercibidas y oportunidades de evolución.
- ¿Cuándo ha sido la última vez que me ha sorprendido alguno de los equipos?
- ¿Qué hizo realmente diferente?
- ¿A qué voy a estar atento el próximo día?
1. Challenger
Es retador, desafiante, valiente, directo. Muchas veces confronta, hace de espejo del equipo, abre nuevas perspectivas, reta…
Desde mi experiencia, para poder hacerlo es necesario 2 cosas: que se confronte con hechos (y no con juicios) y que la persona sea ejemplo de superación y mente abierta.
Como agile coach, piensa en un equipo:
- ¿Qué sería lo más atrevido que se te ocurre hacer con ellos?
- ¿Qué tienes que hacer tú para que ellos acepten el reto?
2. Humildad
Recuerda que eres ejemplo a seguir de los valores y principios agiles con lo que haces y con lo que no haces.
Te equivocarás muchas veces y si compartes esa vulnerabilidad con transparencia abrirás la puerta para que el equipo también acepte sus errores con humildad, respeto y aprendizaje.
HACER ¿Pará que?
Agilismo.
La misión del agile coach es impulsar la adopción de prácticas agiles. Además de las soft-skills anteriores, el agile coach debe conocer, haber aplicado y vivido los framework ágiles y el reto de su puesta en marcha. Y como un buen guía de montaña, esa experiencia permitirá llevar al equipo a la cima y ganarse su respeto.
1. Generar cambio de mentalidad: valor agilidad “respuesta al cambio sobre seguir un plan”
La agilidad tiene 2 caras: las prácticas y el cambio de mindset para implantarlas.
Cambian las formas de trabajar, la velocidad, los compañeros, roles, funciones, responsabilidades y las personas cambiamos por urgencia y cuando vemos claro los beneficios a corto plazo (para ejemplo la situación actual con el coronavirus).
Un agile coach es un gestor del cambio y debe conocer las fases del cambio: “desde el shock inicial a la integración” para ser sensible al ritmo, las necesidades, la madurez de cada elemento del sistema y actuar desde el rol (coaching, mentoring, formador…) que ayude al equipo a crecer.
2. Innovar: valor agilidad “software funcionando sobre documentación exhaustiva”
El agile coach es un agitador e impulsor hacia la acción y lo que hace es ayudar al equipo a moverse, a no caer en la parálisis por análisis y probar continuamente formas diferentes de hacer y aportar valor al cliente, recordando el principio de simplicidad, o el arte de maximizar la cantidad de trabajo no realizado.
3. Ligereza: valor agilidad. “colaboración con el cliente sobre negociación contractual”
La nueva relación con el cliente es ligera, fluida, colaborativa, conversacional y continua.
En este sentido el agile coach ayuda al equipo a integrar y relacionarse de forma enriquecedora con todos los agentes implicados en el proyecto.
4. Empoderar: valor agilidad “individuos e interacciones sobre procesos y herramientas”
Este es el pilar fundamental de la agilidad, las personas, y para dar respuesta a un nivel de complejidad cada vez mayor en los proyectos, los equipos.
El agile coach debe ser experto en relaciones de equipo.
- ¿Qué etapas naturales se suceden desde que se crea un nuevo equipo hasta que funciona como un reloj?
- ¿Cómo acelerar esa evolución vital?
- ¿Qué hacer si se forman clanes?
- ¿Cómo pasar de ser un monovolumen a ser un Fórmula 1 campeón?
¡El Agile coach disfruta desde los boxes y celebra el triunfo con el equipo!

La revolución de los equipos ágiles
En su definición de cultura, Netflix explicaba su obsesión por el alto rendimiento con este dato: en trabajos rutinarios el alto rendimiento duplica el resultado sobre el rendimiento medio. En trabajos creativos (y ya todos lo son) la diferencia se multiplica por diez.
Las organizaciones muestran interés en la transformación ágil, comprobando esta diferencia de rendimiento en el desempeño de los equipos de proyecto que trabajan con metodologías ágiles. Dicen entonces: queremos la focalización, la energía, el disfrute y el resultado de esos equipos.
Pero ¿qué es lo que cambia realmente? La magia de los equipos ya era conocida desde hace mucho tiempo. La realidad, sin embargo, es que, más allá de la retórica utilizada por las empresas pregonando el espíritu de equipo como base de la cultura, los equipos auto-organizados apenas han existido hasta ahora. Encontramos en su lugar disciplinas de equipos de liderazgo único, donde el jefe tiene el control, toma las decisiones, asigna y monitoriza o hasta delega, pero siempre sobre una base individual dentro de un equipo. Apoyado por las políticas de personas (gestión del rendimiento, retribuciones, etc…) diseñadas por la organización para la gestión del manager sobre una base individual.
Y, por otro lado, sin utilizar los clichés de trabajo en equipo y colaboración, aparecen los equipos ágiles que, utilizando términos tan poco inspiradores como “scrum”, “Kanban” o “sprint”, sí que hacen realidad, sin falsa camaradería, el foco colectivo en un objetivo, la toma de decisiones colectiva, el liderazgo compartido o el no querer fallar al equipo. Elementos todos de equipos autogestionados.
En la concepción tradicional de equipos en las organizaciones se pensaba además que éstos son buenos para innovación, pero no para disciplina de ejecución. Por eso sólo existían en casos contados para iniciativas especiales de innovación. O que no se puede construir una organización grande con equipos. Viejos paradigmas que la transformación ágil ha derrumbado. Los equipos ágiles combinan innovación y disciplina de ejecución, y aparecen modelos organizativos complejos de redes de equipos.
Las empresas quieren el diferencial x10 del alto rendimiento en los entornos actuales. Pero entonces no basta con crearlos y ponerlos a funcionar con nuevas reglas. Habrá que diseñar estructuras que coordinen el trabajo de estos equipos y se pongan a su servicio. Y tendrán que cambiar también las políticas de gestión de personas y orientarse hacia los equipos.
Ignacio de Jorge es Socio Director en Moebius Consulting y responsable de la práctica de Liderazgo.
¿Te preocupan los resultados?
Para tu consuelo, ¡no eres el único!
La velocidad en las organizaciones, la presión del mercado y la exigencia de resultados nos ha llevado a un cortoplacismo en el que es muy complicado centrarnos en lo realmente importante. Buscamos alternativas para conseguir esos resultados centradas en el esfuerzo, horas e intentar hacer el trabajo lo mejor posible pero aun así seguimos estancados en algunos aspectos y no somos capaces de avanzar.
¿Alguna vez te has preguntado si esos aspectos donde no avanzas a la velocidad requerida o donde no alcanzas el resultado esperado, donde realmente estás atascado, son solucionables a través de una conversación?
¿Te has parado a pensar si en un entorno como el que tenemos, de digitalización y presión, estamos descuidando nuestras relaciones?
El programa Conversaciones Cruciales trata precisamente estos aspectos, cómo conseguir resultados a través de las relaciones y centrarnos en lo que realmente queremos para nosotros, para la organización. Por otra parte, hacernos éstas preguntas básicas nos ayuda a reflexionar y parar unos minutos, a reestablecer el foco en lo que realmente nos importa para luego preguntarnos si estamos actuando de acuerdo a lo que realmente queremos.
Si seguimos reflexionando sobre estos aspectos nos daremos cuenta de que nuestras vidas se basan principalmente en conversaciones, tenemos cientos de ellas todos los días. Algunas sin relevancia y otras Cruciales que dependiendo del resultado impactarán en muchos aspectos de nuestras vidas. ¿No sería estupendo ser conscientes de su impacto y saber manejarlas?
Ignacio Belinchón es Director en Moebius Consulting y Responsable del Proyecto VitalSmarts
Desarrollar capacidades cruciales
Hace algunos años una conocida fragancia se anunciaba con el slogan “en las distancias cortas es donde un hombre se la juega”. Podemos decir que todos, mujeres y hombres, es en situaciones donde no estamos de acuerdo sobre asuntos importantes y emocionales donde nos la jugamos. El cómo lo hacemos en ellas es una causa de muchos de nuestros problemas. Y en un mundo complejo estas situaciones nos reclaman cada vez con más frecuencia.
Las empresas son redes de conversaciones. Existen conversaciones normales en las que las diferencias de habilidades y resultado no son grandes. Y existen conversaciones cruciales, con intereses contrapuestos, emociones fuertes o donde hay mucho en juego. En cualquier proyecto, una idea puede ser innovadora, el respaldo financiero sólido, pero si las personas no saben afrontar eficazmente las conversaciones cruciales que tendrán, no alcanzarán el éxito. Aquí las diferencias de habilidades y resultado son enormes. Una conversación crucial mal hecha puede destruir una relación necesaria. Lo habitual en ellas es recurrir al silencio o la agresividad. Pero existe un camino por descubrir.
Las conversaciones cruciales requieren y conectan con capacidades clave en las organizaciones: cultura de feedback donde las cosas se digan, sentido de responsabilidad personal, gestión de las relaciones o inteligencia emocional.
En definitivas, en pocas áreas es tan grande el gap entre la relevancia para el éxito y las habilidades mostradas. Moebius Consulting empieza a desarrollarlas en España de la mano de la empresa norteamericana Vital Smarts, alumnos aventajados de Steven Covey. Ellos ya lo han trabajado con éxito con miles de líderes y profesionales y más de 300 empresas del Fortune 500 en Estados Unidos. Mediante esta alianza esperamos mejorar la vida y el rendimiento en los profesionales y las empresas españolas.
¿Para cuándo la primera conversación crucial?
El valor de conocer el talento
Usualmente asociamos la evaluación del talento como una vía para establecer planes de formación y desarrollo. O para medir el potencial en procesos de sucesiones, o de integraciones, compras o fusiones… Pero el análisis y la interpretación de los resultados en una evaluación del talento puede añadir información nuclear de la compañía, ayudando a la toma de decisiones estratégicas. Hoy quiero compartir con vosotros el valor que puede aportar a las compañías conocer el talento organizativo con el que cuentan.
Y lo haré inspirada en un caso real. Nuestro cliente nos contactó tras un cambio de rumbo en la estrategia de dirección (cosa cada vez más frecuente en estos tiempos de entornos inciertos y volátiles, lo que antes servía como referente hace tiempo que ha dejado de serlo). Quería conocer cómo el talento de las personas que formaban la organización podría ayudarle a impulsar las nuevas líneas estratégicas para ser más competitivos (en tres ejes: diversificación de productos y servicios, internacionalización y digitalización).
Pero comencemos por matizar qué entendemos por talento, que no es otra cosa que todo aquello que una persona puede llegar a hacer, maximizar sus fortalezas, minimizar sus barreras y transformar en reales sus capacidades potenciales.
En este contexto, acordamos con el cliente qué talentos serían necesarios para impulsar sus ejes estratégicos. Crear un perfil de éxito es similar a una receta de cocina… necesitas saber qué ingredientes son los que lleva un determinado pastel (qué habilidades o competencias) pero además necesitas establecer cuántos gramos de cada ingrediente dan el resultado óptimo (los niveles) para que nuestro pastel esté exquisito.
Y ya con la receta del talento creada, comenzamos a diseñar las pruebas situacionales que nos permitirían imbuir a las personas ante situaciones similares a las que habrían de afrontar en el escenario futuro de la transformación, para conocer el potencial disponible en todas y cada una de ellas.
Una vez medido el talento, un colectivo de gran tamaño como era éste, nos permitió extraer conclusiones que facilitaron las líneas de acción que habían de seguir para lograr la implantación exitosa de su nueva estrategia además de comprender el punto de origen.
Por ejemplo, encontramos que el colectivo de managers en posiciones directivas tenía más potencia táctica que estratégica, probablemente debido a estilos de dirección previos muy instalados en el ADN de las personas que conformaban la organización, en los que había escasa delegación y empoderamiento. Y de ahí la primera gran línea de acción: empoderar, crear un nuevo modelo de liderazgo organizativo, alineado con las nuevas necesidades y los nuevos tiempos.
Otra conclusión que arrojó la evaluación del mapa de talento se relacionaba con el trabajo colaborativo. Esta era una de las habilidades que se definieron como críticas entre el conjunto de ingredientes para el pastel del éxito. En esta ocasión, los resultados arrojaron que había una distancia significativa entre lo que se requería y la realidad de la forma en la que trabajaban las personas. Un análisis por áreas resultó clarificador: la estructura organizativa estaba fuertemente atomizada. Un gran número de áreas y departamentos, algunos unipersonales, sin duda dificultaban la fluidez de la colaboración y las sinergias entre las personas. No trabajaban en equipo porque el sistema no estaba diseñado para que así fuese.
Por tanto, la siguiente línea de acción estratégica más allá de la gestión del desarrollo de las personas dejaba clara la necesidad de una reorganización más plana, más sinérgica y agile.
Comprender además que el grueso de las personas que conformaban el colectivo tenían una alta orientación a las normas, los detalles y los procesos establecidos y que necesitaban directrices (algo que se explica por la cultura previa de la compañía, válida hasta ese momento), permitió además establecer un calendario de acciones de transformación faseado, acompasando los tempos al ritmo que el colectivo podía asumir, sin meter una presión que pudiese derivar en el fracaso del proceso de adaptación y cambio.
Estos son sólo algunos ejemplos del tremendo valor estratégico que supuso para la organización conocer y evaluar su talento, el potencial de sus personas, que permitieron ir más allá de las acciones de desarrollo.

Encontrar un sentido de propósito, primer paso para hacernos dueños de nuestro destino
“Soy el dueño de mi alma, el capitán de mi destino…” escribía en 1875 el inglés William E. Henley en su poema “Invictus”.
Y esas hermosas palabras, en estos tiempos del entorno VUCA (vulnerabilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) en los que nos ha tocado vivir siguen teniendo una vigencia apabullante.
Ser dueño de mi alma y capitán de mi destino -ahí es nada- nos acerca a la idea de que aunque nos sucedan cosas que no podemos controlar, siempre tenemos el poder de gestionar cómo las afrontamos.
Cada vez son más las compañías con las que trabajamos que han tomado conciencia de la importancia de que sus personas tengan un fuerte “ownership”, esto es sentido de responsabilidad, sobre el trabajo que realizan, sobre los resultados que obtienen, sobre la evolución y el rumbo de su carrera profesional. Y es que es desde la responsabilidad desde donde las personas nos autolideramos. Es desde esa actitud donde dejamos de sentirnos marionetas del destino y de las decisiones de los demás y pasamos a ser agentes de cambio con poder para transformar nuestra realidad.
Las compañías que paulatinamente abrazan una filosofía de trabajo agile, necesitan personas comprometidas, responsables y autónomas. Que sepan lo que pueden hacer, cuándo pueden hacerlo y que proactivamente se comprometen con la calidad en tiempo y forma de su trabajo.
Trabajar de esta forma tiene una gran ventaja. Cuando asumimos la responsabilidad sobre cómo trabajamos y hacia dónde nos dirigimos, estamos empoderados, motivados y enchufados, con un alto nivel de energía: nos sentimos poderosos, porque sabemos que somos nosotros quienes decidimos sobre lo que hacemos y sobre los resultados de nuestro trabajo y nuestra vida.
Hacernos dueños de los resultados de nuestras acciones es fácilmente asumible cuando encontramos un sentido a lo que hacemos, cuando vemos que tiene un propósito que armoniza con lo que nosotros somos, con nuestros valores y nuestra esencia.
No siempre es fácil que tengamos claro nuestro propósito. Pero vale la pena invertir esfuerzos en descubrirlo… Quienes saben cuál es el sentido en el que quieren orientar su vida de forma clara, consiguen mover el mundo. El añorado Steve Jobs en el discurso que pronunció en una ceremonia de graduación en la universidad de Standford hace unos años, se atrevía a confesar al mundo que él no siempre tuvo claro su propósito… pero dejó que su instinto le guiase al tomar decisiones. Escuchar a su “brújula interna” y seguir su guía le llevó a conectar con su propósito, que era nada menos que un “Propósito Transformacional Masivo”. Y es que es sólo desde nuestro propósito desde donde tendremos la oportunidad de brillar, donde se sitúan nuestros talentos naturales. Me vienen a la cabeza unas palabras que pronunció Nelson Mandela en su discurso de como Presidente Electo de Sudáfrica en 1994 “(…) Nos preguntamos, ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?, en realidad ¿quién eres tú para no serlo? El hecho de jugar a ser pequeño no le sirve al mundo (…) mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo (…)”.
Así que te invito a que te des permiso para brillar con toda tu intensidad y te atrevas a seguir tu brújula interior. Sé el dueño de tu destino.

Tesla, las “startups” y las grandes corporaciones
«Gran parte de lo que llamamos gestión consiste en hacer que sea difícil para la gente trabajar” Peter Drucker
Todavía es un murmullo, pero poco a poco, según los nuevos jugadores surgidos al calor de la economía digital emergen, va cobrando más fuerza: Las Startups vienen a sustituir a muchas grandes organizaciones. No hay marcha atrás, o se convierten en una de ellas o las sustituirán.
La revolución digital ha acelerado la velocidad de cambio de los mercados y para competir la más deseada capacidad de las organizaciones es la agilidad. Quien entienda mejor al cliente, aprenda más rápido y se adapte antes ganará en esta nueva revolución industrial.
Y ninguna empresa se mueve más rápido que una Startup: son pocos, están comprometidos con un objetivo común, iteran y aprenden a velocidad de vértigo. Además, son multitud, si no acierta una, lo hará otra. Tienen la mentalidad, el conocimiento, los métodos de trabajo y la pasión que hace falta.
Las grandes empresas son conscientes de esta realidad e intentan reaccionar, pero tengo la impresión de que muchas lo que realmente hacen es crear más y más capas de complejidad. Pocas están consiguiendo la tan comentada “transformación digital” de sus organizaciones. Mandos intermedios que solo saben “jefar”, directivos que más que defender su silo defienden su modo de vida y el “fondo de comercio” de una exigente vida profesional, fobia al cambio, grandes directivos en momentos vitales que les llevan a conformarse con aguantar, responsables de gestión del cambio a los que les vale hacer cosas superficiales y comunicarlas al exterior para mejorar su “employer branding”… resultados a corto plazo que hay que conseguir. Las causas son innumerables, pero la realidad es que pocas grandes empresas están consiguiendo la deseada agilidad.
Entonces, ¿cómo van a competir con las nuevas grandes empresas que nacen como una startup?
Hace poco escuché a un emprendedor profesional dar una charla que me encantó, le hice una pregunta difícil pero bienintencionada: “¿por qué me da la impresión de que muchos emprendedores no tenéis más visión de vuestras empresas que venderlas bien”. La respuesta me sorprendió: “Porque yo no sabría gestionar una empresa grande, yo solo sé crearlas y hacerlas crecer”.
De la misma manera que aquel emprendedor no sabía gestionar empresas grandes, muchas otras Starups que triunfen, si triunfan, (Nueve de cada diez starups no superan los 3 años de vida) serán vendidas a grandes corporaciones.
Así que, creo que no es para tanto, pero…
El otro día mis amigos de toda la vida discutían sobre si Tesla (otro ejemplo de nueva economía) iba a liderar el sector de automoción del futuro. Uno de ellos apostaba a que sus ventajas tecnológicas y haber sido el 1o le daban esa posibilidad, mientras que otros decían que la capacidad financiera e industrial de las grandes marcas de automóvil les permitirían adaptarse con más velocidad y eficacia, cuando el mercado se lo exigiese mayoritariamente
Tras este encendido debate, me dio por ver el vídeo de la presentación del Model 3 que hizo Elon Musk en 2016. En su “plan secreto maestro” estaba la respuesta. Musk no quiere que Tesla lideré el mercado mundial de la automoción, su propósito es “acelerar la transición hacia el transporte sostenible “ y luchar así contra el cambio climático. Lo que realmente quiere es cambiar el sector.
Desde entonces, la mayoría de grandes empresas del sector automoción han anunciado importantes proyectos de electrificación.
Así que no! Después de los Amazon, AirB&B, Netflix y compañía, no creo que las starups sustituyan a muchas grandes empresas, pero como probablemente provoque Tesla en su sector, impulsarán cambios importantes en cómo trabajan que les harán cambiar para siempre.

El viaje de nuestras vidas (parte 2)
“Ya está. Ya me he mirado al espejo. Y lo sé. Sé lo que quiero, lo que necesito, lo que demanda el entorno VUCA en el que vivimos. Y sé lo que tengo y lo que me falta para lograrlo. ¿Y ahora… qué?”
Ahora son buenas noticias. Ese es el qué. Ya has hecho la primera parte del viaje de tu vida. Ya sabes dónde quieres y tienes que estar, querida persona, profesional o empresa. Ya sabes por qué podrías llegar a destino y qué podría impedírtelo. Al menos en lo que se refiere a tu círculo de influencia… esos factores que dependen de ti y sólo de ti, en los que enfocar toda tu energía. Así pues, llegados a este punto, ya sabes mucho.
Ahora toca ponerse a andar. En realidad, ya no se trata de “¿Y ahora… qué?”, sino de “¿Y ahora… cómo?”
Empresas y personas, que viene siendo casi lo mismo, cuando son conscientes de su rumbo y deciden ir a por él, trazan planes de acción. Planes de acción para desarrollarse, como organización y como individuos con el fin de minimizar las carencias que tienen, los obstáculos que pueden frenarlos.
Llegados hasta este punto, hemos de asegurarnos que somos inspiradores. Que mantenemos la motivación alta… que no decaiga el ánimo ni venza la sensación del hámster atrapado en la rueda, ya sólo toca ponerse a caminar con sentido. Es esencial en este punto del viaje que nos divirtamos aprendiendo. Que llenemos la mochila de nuestros recursos con alegría, que sea de forma memorable. Sólo así nos servirá para el futuro: pasado un tiempo, las personas no recordamos lo que nos enseñaron en las clases a las que asistimos, las conferencias que escuchamos, los talleres en los que participamos. Ni siquiera, pasado un tiempo recordamos cómo nos lo enseñaron, cómo nos lo contaron… lo que recordamos es cómo nos sentíamos mientras nos enseñaban, mientras nos contaban, mientras aprendíamos.
Parece que no queda de otra que las empresas sabias y valientes y sus personas valientes y sabias, esas que quieren aprender, crecer y quieren desarrollar sus recursos para poner rumbo al viaje de sus vidas reciban una formación y un entrenamiento memorable, y para ser memorable tiene que ser un aprendizaje emocional, vivencial, diferenciador, divertido, impactante… que nos dé mucho que sentir y mucho que pensar.
Las organizaciones y sus profesionales cada vez abrazan más metodologías de formación y desarrollo como Lego, Gaming, Kahoot, etc. porque aúnan los elementos necesarios para convertir en memorable la experiencia de aprendizaje. Desde un contexto lúdico, las personas somos más receptivas.
“La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño”, decía Nietzsche.
Así, de esta forma podremos aprender con cuerpo y mente presentes. Y es en toda nuestra presencia, (esto del mindfulness tan de nuestros tiempos) donde podremos brillar, ser nuestra mejor versión y maximizar la expresión de nuestros potenciales como individuos y como organizaciones.

El viaje de nuestras vidas (parte 1)
Llevo años observando, analizando y evaluando personas. Y trabajando en su desarrollo. En estas décadas he aprendido algunas cosas, desde la perspectiva de las empresas y desde la perspectiva de las personas.
Lo sabemos. No nos engañemos. Son pocas las personas que se sienten cómodas en su status quo, que no tienen aspiraciones, inquietudes, sueños… y quienes no están en ese escenario, los que no se sienten afortunados por saber dónde quieren estar, cuando menos, suelen saber dónde no quieren estar. Unos persiguen sus pasiones. Otros no saben qué perseguir, sólo saben que preferirían no sentirse atrapados en la ruedita del hámster corriendo sin parar para llegar exhaustos a ninguna parte. Y eso, es lo que une a unos y otros: la necesidad de evolución. Por querer algo o por no quererlo más.
Ante estas diatribas se encuentran personas y organizaciones. Organizaciones y personas. ¿Acaso no son una misma cosa? Muchas organizaciones tienen entre sus equipos a personas -y no pocas, sospecho- que se limitan a estar de “cuerpo presente” durante ocho horas, mientras su mente y su alma están muy lejos de allí. En sueños que lograr. O en pesadillas de las que huir.
Y a mí sólo se me ocurre una sugerencia para estar en el mundo. Adaptarnos a lo inestable. Aclimatarnos al cambio climático. Fluir. Cambiar. Crecer. Renovarnos. Y movernos en la dirección que nos acerque a lo que queremos ser. A nuestra mejor versión. A estar a gustito en nuestra piel. Como personas. Como profesionales. Como empleados. Como líderes.
Para saber dónde queremos estar seamos una organización o un individuo, hacia dónde queremos encaminar nuestro paseo profesional, sería bueno que nos hiciésemos algunas preguntas, personas y organizaciones:
“¿Dónde quiero estar? ¿A dónde quiero llegar, como persona, como profesional o como empresa?” Ésta es la gran pregunta. La madre de todas las preguntas. La que marca el rumbo, dueña de nuestra alma y capitana de nuestros destinos personales, profesionales, empresariales.
Dedicad el tiempo que se merece a su reflexión. Y responded con valentía. “¿Qué haría si no tuviese miedo?”
Las siguientes preguntas serán más fáciles de responder. Aunque a veces nos traen a la realidad de golpe, avisados quedáis. Nuevamente valentía y honestidad, ahora para mirarnos al espejo y contestarnos:
“¿Dónde estoy? ¿Qué me acerca a mi objetivo? ¿Qué me aleja?” Conocer nuestros recursos y nuestras carencias, como empresas y como profesionales. “Qué llevo en mi mochila y qué aparejos he de conseguir si quiero que la rueda de hámster se ponga en movimiento y me acerque a mi destino”. Preguntarnos esto, y sobre todo responderlo, aplica a las personas, a los profesionales o a las organizaciones.
Las organizaciones sabias y valientes que se hacen estas preguntas deciden mirarse en el espejo para conocerse bien: para ello utilizan herramientas como assessment centers, management audits, coaching… La evaluación de las personas, de sus profesionales, como fuente de información objetiva y real, que permite tomar decisiones desde el profundo conocimiento de sus personas, de sus capacidades y motivaciones. De sus carencias y necesidades. Y es desde esa sabiduría y esa valentía que da ser objetivos, cuando se puede emprender el viaje que nos acerque a nuestro destino ideal. Personas. Profesionales. Y organizaciones. Tanto monta.
Silvia Martínez Rodríguez es Gerente de Liderazgo y Proyectos Internacionales en Moebius Consulting y está especializada en Gestión del Talento y Transformación Organizacional.










